Posó en la imagen grupal y luego participó de la agenda que Japón propuso en el Programa de Acompañantes del G20. Si Philip May esperaba encontrarse con Joachim Sucher, el marido de Angela Merkel, esa situación no se dio. La canciller alemana dejó a su marido en Berlín, no así la primera ministra británica, para quien esta cumbre del G20 posiblemente sea la última de este tipo que la tenga como participante.
De hecho, dada su situación en el Reino Unido, ella solo participa como miembro pero está inhabilitada de tomar decisiones dado que su salida formal del gobierno se estima se dará durante julio próximo. Por este motivo, de algún modo será la última para su marido Philip May. Así, dado que era el único hombre en el grupo de “acompañantes” , su presencia no pasó inadvertida.
Solo con ellas. Las actividades, obviamente, tuvieron otro tono y se enmarcaron en una órbita cultural. Todo comenzó en el Jardín Oriental Osaka, donde los recibió la anfitriona y primera dama japonesa, Akie Abe. Ese espacio es una construcción de estilo europeo, sobre un área de más de 13 mil metros cuadrados de jardines exuberantes, donde todo el grupo participó de un servicio de té. Luego se trasladaron a Kioto –ciudad ubicada a poco más de 50 kilómetros de Osaka– para visitar el templo Tofukuji que fue fundado en 1236. Ese es históricamente uno de los principales templos zen de dicha ciudad y es muy popular por sus colores durante el otoño. Allí, un sacerdote budista acompañó a los participantes, todos descalzos, a cruzar el puente Tsutenkyo con destino a Nishikara-mon gate, donde presenciaron una presentación de tsuzumi, un instrumento musical de origen nipón, a cargo de un artista local. Le siguió un almuerzo y luego otro jardín, el Abbot’s Hall –en el mismo templo–, donde se ofreció té verde Sencha y dulces tradicionales y un regalo a cada uno de los presentes.
La basura la tiro yo. Un comentario que hizo junto su mujer en un entrevista televisiva le valió a Philip May la frase irónica en redes de “hombre florero”. En mayo de 2017, él y Theresa May aparecieron juntos en The One Show, un muy popular programa de la tevé británica. Allí, para graficar la relación existente entre ellos y potenciar la imagen de dura negociadora que ella gozaba –el desenlace del Brexit barrió con esa idea–, Philip dijo: “En todas las relaciones siempre hay un toma y daca, ¿no? Yo decido cuándo voy a sacar la basura, no si seré yo quien la saque”. También agregó que él no se reconocía como un hombre conservador (británico) que espera que la cena esté lista a las 6 en punto.
Razones públicas de mayor peso político de su país dejaron estas cuestiones acerca de Philip May en último plano. El pasó a ser aquello que se espera de una pareja: el sostén emocional del otro cuando este está en un momento complicado.
Hijo de una profesora de francés y un vendedor de zapatos, se crió en una familia humilde, fue a la escuela pública y mientras estudiaba Historia en Oxford descubrió su vocación política. Fue en el último año de la cursada donde lo eligieron presidente del Oxford Union Society. También ese año conoció a su esposa, Theresa Brasier. No en una aula sino en una discoteca, en una fiesta de la asociación de estudiantes conservadores, y la celestina fue Benazir Bhutto, quien fue primera ministra de Pakistán.