Lo conoció como Jorge Bergoglio y el 13 de marzo de este año se convirtió en el paciente más famoso que jamás podría tener. Liu Ming, el médico chino que atendió al papa Francisco y a fuerza de masajes y acupuntura le evitó un paso por el quirófano por una complicación cardíaca, visitó al sumo pontífice en la intimidad de su residencia vaticana.
El encuentro, el 19 de octubre, es otra prueba de que la vocación jesuita del Papa es demasiado fuerte como para que el poder se le suba a la cabeza. “Habíamos quedado en que lo iba a ver en su casa, a la que se llega ingresando por un costado de la Basílica”, cuenta el médico oriental a PERFIL. “Y así lo hice, pero antes tuve que pasar por cuatro rigurosos controles hasta que me pidieron que tomara asiento frente a una puerta. De repente se abrió y él estaba ahí”.
Dos semanas después de que Bergoglio se convirtiera en el primer papa argentino, Ming se hizo conocido como “el médico chino del Papa”, luego de su entrevista con PERFIL, la primera que dio a un medio. En esa ocasión contó que conoció al entonces cardenal a través de otro religioso que los puso en contacto y que Francisco le pidió si podía tomarse la molestia de ir a verlo a la Catedral para hacerle algunas consultas médicas. “Me contó que le habían sacado la vesícula y que tenía un problema en su hígado. Tuvo una operación de pulmón y andaba con algunas dolencias del corazón, del que se tenía que operar”, contó Ming en aquel primer reportaje. A partir de ese momento, comenzaron una terapia que duraría ocho años, con dos y hasta tres sesiones semanales.
Francisco no se olvida de las personas importantes en su vida, por lo que tener el título de máxima autoridad de la Iglesia Católica no significó nada a la hora de llamar a su ex médico para felicitarlo cuando sacó el primer número de su revista TAO. “Hablé con él por teléfono y no alcanzo a describir con palabras lo que sentí al escuchar su voz. Ocurrió exactamente el domingo 8 de septiembre. Yo estaba almorzando con unos amigos en mi casa y de repente sonó el teléfono. Cuando atendí, escuché que me decía: ‘¿Doctor Liu Ming? ¿Doctor Liu Ming? Habla Jorge, el papa Francisco...’. ¡No saben la emoción que sentí en ese momento! No sabía qué decir...”, recordó Ming después de ese primer diálogo telefónico.
Luego, llegó el momento del reencuentro cara a cara. Sucedió que Bergoglio, siempre informado, se enteró de que el médico que tanto lo ayudó estaría de viaje por China visitando su familia, así que le sugirió que haga una escala en Roma. Así fue que, después de ver a sus seres queridos y estar tres días meditando en un templo tibetano en Lhasa, acudió muy contento al llamado del sumo pontífice