Repentino, impensado, imposible. Toda la comunidad rockera mundial está aún transitando esa etapa del duelo que tiene que ver con la negación. La música e internet como complemento propician esa relación con la muerte, sobre todo cuando se trata de un ícono al que se admira y al que, en general, no se conoce fuera de la escena. La inmensa cantidad de videos, las canciones grabadas y las apariciones públicas son una extensión de la vida misma, una proyección en donde el sujeto amado, deseado, admirado, sigue viviendo y vuelve, en forma de pixeles o de señales analógicas o digitales. La gira de Foo Fighters los había reencontrado con el público argentino y el chileno, en los respectivos Lollapalooza, y también en Paraguay, el 22 de marzo pasado. La próxima escala era Bogotá, Colombia, donde tocarían en el Estéreo Picnic con Nile Rodgers, los Black Pumas y Kaytranada, entre otros. Pero la sorpresiva muerte de Taylor Hawkins –su baterista– obligó a la banda a suspender el show. Hace apenas unos días la sonriente y canchera cara de Taylor Hawkins se había viralizado porque en Paraguay había acudido al llamado de Emma, una fan de la banda que soñaba con conocerlo. Luego de ejecutar cuatro temas con su batería, acompañada de un grupo de fans que se coparon con los coros , el baterista finalmente bajó, charló con ella, se sacó una foto y le dejó una marca de esas que justifican la admiración. Porque esos gestos y esas experiencias de poder mostrarle al ídolo que uno aprendió algo luego de tanto amor son los que generan en el que admira esa sensación que Mariana Enríquez definió con palabras precisas en su Caja Negra: “¿Viste que no te amé al pedo?”.
Una canción. Hacía unos años, Dave Grohl contó que On the mend –canción que versa sobre la recuperación de un amigo moribundo– estaba dedicada a Taylor Hawkins. Y, si bien eso era algo que el baterista podría haber sospechado, dado que en 2001 estuvo internado varios días luego de una sobredosis de heroína, esa declaración de Grohl sí sorprendió a más de uno, que bien podría haber vinculado la canción con otro de sus amigos, Kurt Cobain. Y si bien las razones de la repentina muerte de Hawkins aún oscilan entre la especulación y el amarillismo, aquella dedicatoria de Grohl, sumada a las muestras de afecto de la comunidad rockera, dan cuenta de un muchacho que era protagonista de su vida y de la del grupo: un músico estridente, caótico y salvaje que, según sus palabras, se había creído aquello de “Vive rápido, muere joven” y que se recuperó a tiempo, para encauzar su vida y canalizar las emociones a través de su batería y la música.
Recorrido. Luego de su paso por la banda de Alanis Morisette, Hawkins se incorporó a Foo Fighters en 1997. Desde ahí cosechó la admiración y el respeto de la comunidad hard rockera, a base de potencia y una presencia escénica envidiable. Las condolencias de los referentes de esa esfera del rock no tardaron en llegar. Desde los Guns n’Roses hasta Lars Ulrich, pasando por Wolfgang Van Halen, Tom Morello y hasta Mick Jagger, Ringo Starr, Ozzy Osbourne, se sumaron al duelo en redes sociales. A eso, por supuesto, le siguió la desazón de los fans de todo el mundo. Un altar improvisado en el Estéreo Picnic, el escenario que no llegó a verlo actuar, expresiones de incomprensión, de dolor y, como decíamos antes, de inevitable negación. En los corazones argentinos, particularmente enamorados de Foo Fighters, aún resuenan los ecos de aquel show de 2012, en el marco de un Quilmes Rock lluvioso y multitudinario. Habían desfilado por las tablas de River los Artick Monkeys, Joan Jett, Cage The Elephant, entre otros. Y la esperada frutilla del postre eran, claro está, los liderados por Dave Grohl. Quizás una de las imágenes más potentes, entre cualquier otra recuperable, es la lluvia empapando a la legendaria banda al comienzo de All my Life, un malón de fans corriendo hacia las vallas y una magnética energía que empezaba a crecer en ese preciso instante. Detrás del líder, Taylor sonreía agitando sus brazos, como siempre. El arco narrativo bien podría cerrarse con la interpretación que hizo de Somebody to Love el pasado domingo 20 de marzo en el Lollapalooza local, jugando primero a que era Freddie Mercury y luego entonando la canción a la perfección, con Dave Grohl detrás, llevando los compases. El álbum de imágenes inolvidables podría seguir en modo loop en un montaje interminable.