Hace ocho años se fue a vivir a Barcelona. “Me había picado el bichito de viajar y conocer”, dice. Una vez arraigado, se dedicó a lo suyo y empezó a trabajar de guardavidas en las playas. Y una vez al año, al finalizar la temporada, volvía a la Argentina de visita. Hace unos meses, su jefe lo llamó junto a algunos compañeros, y le comentó que la situación en la isla de Lesbos (Grecia) era trágica, que quería ayudar, y les preguntó si se le unían. “Los voluntarios miran desde la tierra cómo se ahogan los refugiados”, les contó. Sin dudarlo, Nicolás Migueiz Montán, 34, dijo que sí. Se armaron una ONG y allá fueron. Su foto rescatando a un niño dio vuelta al mundo esta semana. Hoy se encuentra nuevamente en Barcelona por haberse cumplido los 15 días permitidos de voluntariado; tiene que esperar un mes para volver.
—¿Cómo fue regresar a casa?
—Fue raro. Ayer (viernes) salí, traté de recuperar mi vida. Fuimos a cenar con los periodistas y fotógrafos que también estuvieron allá: que sacaban cuatro fotos y dejaban la cámara para ayudar. Y un chico sirio me pidió sacarse una selfie conmigo y me dijo: “Es para mi amigo que está por cruzar. Así te va conociendo por si tienen algún problema”. Eso me generó un sentido de responsabilidad tremenda. Por otro lado, también te da satisfacción poder ayudar, te retroalimenta para seguir.
—¿Cómo te sentís ahora?
—Estoy en un momento de reflexión. Me tocó estar dos semanas en las que se dieron cosas que no venían dándose y complicaron las tareas: muchos días de lluvia, el frío, pocos recursos, y la mala mar que hizo que se rompieran las embarcaciones lejos de la costa. Hubo muchas situaciones muy feas y graves. Lo normal es que lleguen treinta botes por día. Y a mí me tocaron días con cien botes. Esos días ves cosas que te hacen pensar que estás en la guerra.
—¿Emocionalmente, cómo lo llevan?
—Uno se queda con las historias positivas para darse aliento. No estamos formados para estas situaciones. Somos sólo guardavidas que fuimos a ayudar. Hay gente que ve lo malo, yo me quedo con la cara de las personas que ayudé.
—¿Te genera culpa si algo sale mal?
—Cuando sentís que dejaste todo, no hay culpa. Tenés impotencia porque no puede ser que esté sucediendo esto.
—¿Sentís que sos un héroe para ellos?
—Sólo somos un granito de arena en el océano, un minúsculo eslabón de la cadena de gente que se dedica a ayudar. Los héroes son los que se suben a un barco y se arriesgan para salvar a toda su familia.
—¿Pensás volver?
—Una vez que fuiste hay dos opciones: o no querés volver nunca o sí. Pero ya no se puede esquivar, ya no te podés hacer el distraído.
—¿La difusión de la foto fue positiva?
—Sí, para concientizar: a los tres días había mucha más gente ayudando.