Virginia Costa acumulaba 12 años como azafata de una aerolínea dejó de operar el año pasado; se convirtió así en otra desempleada en medio de la pandemia.
Tras unos meses de incertidumbre junto a su a bebe y su pareja dejaron la ciudad para refugiarse en un campo de Chascomús, donde administra una cabaña, ejerce como paisajista y se dedica a la escritura.
Afincada desde hace 6 meses en el paraje rural de Gándara, ubicado al costado de la Autovía 2 en territorio bonaerense, administra la cabaña “Améli” (por la película), que acondicionó con dinero del retiro voluntario que pagó la firma aérea. “Refugio el Vergel” se llama este emprendimiento de ecoturismo rural destinado al descanso campero.
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A su vez piensa en restaurar el “abandonado” comedor de la ex fábrica de lácteos Gándara, el cual abriría como “un café y comidas al paso”. Está analizando presupuestos. “Es una inversión muy fuerte”, dice.
La empresa tuvo su debacle, y con ella la comunidad, en los años 90: “Estamos re entusiasmados porque le puede devolver un poco de vida al pueblo”, expresó sobre el proyecto.
A partir del “cambio de hábito”, dedica más horas a la profesión que estudió durante sus últimos años en vuelo, el paisajismo. “Empecé trabajando en escalas chicas, para casas, pero lo que me gusta es su lado ambientalista”, dice; y en ese sentido explica que quiere plantar árboles nativos para recuperar los terrenos “degradados” por el uso económico del campo.
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Actualmente también está bocetando historias “muy feministas” para un nuevo libro.
Su primera obra la escribió (lo hace desde pequeña) antes de “matar a la azafata” por “amor y pasión por lo aeronáutico”. Son “experiencias arriba del avión con un tinte de humor”, definió. Independientemente imprimió y vendió los 800 ejemplares de “For Bitching Only: El libro vulgar”; ahora solo disponible para descargar en Amazon.
“Era otra vida”, dice sobre aquella etapa en el aire.
“Un día estaba en Miami y me tomaba un avión para ir a una fiesta electrónica en Nueva York”. Empezó a los 28 años (hoy 40) en la entonces compañía LAN. En esos doce años “hice carrera, fui tripulante y después pasé a ser jefa”, mencionó Virginia. Recuerda que dicha unión fue “como el principio del fin”; al pasar los años la empresa “se parecía a una low cost”. Finalmente, “la pandemia fue la escusa para irse del país”, manifestó.
En aquel complicado momento fue una de las organizadoras de una cuenta de Instagram -“Manos Latam Argentina”-, donde los ex empleados de la compañía aérea comparten sus servicios y emprendimientos con el objetivo de reinsertarse en la vida laboral.
En todo ese contexto, nació su hijo; “me costó mucho quedar embarazada”, repasó. Hoy la crianza del pequeño (de casi dos años) es el centro de su vida. Su socio y pareja “Seba” (otro desocupado de la aerolínea) también hace fletes y comenzó a estudiar psicología (virtualmente). A Virginia le gusta la comunicación vía redes sociales.
“Son las que me dan trabajo”, dice. Para definirse usa la frase de alguien de su entorno: “Soy un corso en contramano”.
mf / ds