En política hacen falta muchas veces –o cada vez más– figuras carismáticas, de esas que logran empatía directa con aquellos que más tienen. ¿El fin?, juntar fondos para las campañas. Noah Mamet, el flamante embajador de Estados Unidos en Argentina, encontró su lugar en el Partido Demócrata hurgando el fondo de las billeteras de celebridades y filántropos. Figuras como Bono o George Clooney absorben como esponjas la visibilidad ideológica que les permite posicionar ese costado comprometido que la pantalla no siempre les devuelve. Para famosos como Scarlett Johansson o Natalie Portman, Mamet es el contacto directo con Washington. En esta relación, no hay dudas: él es uno de los principales nexos entre la Casa Blanca y la industria del cine de ese país.
“Listo para comenzar mi trabajo”, dijo Mamet esta semana, al iniciar sus funciones en la embajada. El miércoles el embajador fue recibido por el canciller Héctor Timerman, en la sede del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto, donde aseguró: “Estoy comprometido a trabajar por el fortalecimiento de la amistad entre nuestros pueblos y ampliar la cooperación entre nuestros países”. La designación de Mamet fue cuestionada por los republicanos. La principal crítica era su desconocimiento de la Argentina y su falta de experiencia diplomática. De hecho, ante la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado de los Estados Unidos, él admitió que jamás tuvo “la oportunidad de estar en la Argentina”. A comienzos del año pasado, cuando su nombre ya se empezaba a barajar, las charlas entre diplomáticos rondaban siempre sobre esa cuestión que luego perdía peso cada vez que alguien recordaba la cercanía de Mamet con Obama. No es para menos: hasta hace poco jugaba tres veces al mes al golf con el presidente.
Recaudador. Pero, ¿quién es este diplomático de 43 años que ya se instaló en el Palacio Bosch? Nació en Manhattan Beach, Los Angeles, California. Su madre, se llama Millie y de su padre, no ha trascendido el nombre aunque, según difundió esta semana la embajada, fue entrenador de un equipo de fútbol infantil en California a fines de los años 70.
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Llegó a las arena política del Partido Demócrata cuando tenía 20 años. Hizo de todo: empezó como chofer y hasta fue guardaespaldas, producto de su físico trabajado gracias a su gusto por el deporte. En 1992, trabajó para la campaña presidencial de Bill Clinton y colaboró con Hillary Clinton. Mamet fue escalando como asesor de diversos candidatos presidenciales del Partido Demócrata hasta que, durante la elección de 2012, pegó el salto cuando integró la Comisión Nacional de Finanzas de Obama-Biden. Ese año, ayudó a George Clooney en la organización de una cena que recaudó 15 millones de dólares para la reelección de Obama. “El próximo presidente marcará el curso de toda una generación en temas como el desarrollo y la educación, y eso hace que la elección resulte especialmente atractiva para las estrellas jóvenes de Hollywood”, manifestó en aquella campaña. Ya en 2002, logró que la anfitriona de otra cena similar fuera Barbra Streisand. Mamet la llamó para que condujera una gala en el Kodak Theatre, –donde se entregan los Oscar–, con el objetivo de pedirle dinero al establishment hollywoodense. Aquella vez, reunió seis millones.
Con la reelección de Obama, Mamet desplegó a todo trapo su rol de bundler (recaudador), cuya tarea fue reunir a muchos donantes individuales pertenecientes a ciertos grupos de influencia, para que acrediten sus aportes a la campaña. “Además de hacer sus propios aportes, los recaudadores consiguen dinero entre socios y amigos millonarios, y Hollywood tiene una larga tradición en donaciones políticas”, destacó la revista especializada The Hollywood Reporter.
Alfombra roja. Mamet no estrechó sus lazos con Hollywood de la noche a la mañana. Fue en 2004 cuando fundó la consultora política-económica Noah Mamet & Associates LLC, en Los Angeles. El acercamiento al sector privado y las causas filantrópicas, fueron otro de los ejes para que este hombre aceite el rol de crear nexos.
Mamet cambió su cinematográfica Los Angeles por Buenos Aires. Llegó para quedarse por dos años en Argentina en una semana agitada. Pero a sus antecesores tampoco le tocaron escenarios bucólicos.
