Benjamín Vicuña dice que es de aquellos a los que les gusta más observar que ser observados. “Caminar por las calles y perderse”, cuenta desde camarines, minutos antes de subir al escenario del Teatro Cervantes para encarnar a Evita. Le quedan dos semanas en Buenos Aires con Eva Perón, la obra de Copi con la que tocó algunas fibras sensibles del peronismo. Ahora, tiene tres meses por delante en los que emprenderá una gira por varias ciudades de Francia y Europa. Será uno de esos espacios para “caminar y perderse”; en otras palabras, para disfrutar del anonimato que lo saca de ciertos focos de tormenta momentáneos.
A los asuntos del corazón que supo protagonizar en su momento, luego de la conflictiva separación de Pampita, se le sumó uno político. Según Pablo Moyano, secretario gremial de la CGT, la obra “hiere la fibra más íntima de cada alma peronista”. Vicuña se reclina sobre la silla cuando se le menciona la crítica del sindicalista. “Fue más una polémica que una crítica”, corrige con respeto.
—¿De qué forma te influyen esos dichos?
—Me pareció muy triste, algo retrógrado, medieval. Sobre todo hacer un llamado público a la censura. Y sobre todo en un país abierto de mente como Argentina, un país moderno donde lo cultural es importante para la gente.
—¿Te sentiste incómodo en la mesa de Andy Kusnetzoff con Facundo Moyano, hace una semana?
—Para nada, Facundo expresó lo que pensaba, pero dijo que no se podía hacer cargo de esos dichos.
—Son tiempos en los que se respira cierta fragilidad social. ¿De qué forma te afectan esas cuestiones?
—Copi tiene la voluntad de que Evita sea un hombre y luego el director del teatro decide que, a través de una audición, la interprete yo, o sea, un actor chileno. Es un punto de vista interesante artísticamente hablando, tiene que ver con el distanciamiento, con superponer el discurso desde otro lugar. Luego, del ruido que se genere yo no me puedo hacer cargo.
—Pero no podés estar ajeno...
—Para nada. Habla de una efervescencia del país, es cierto. Sea quien sea, quien haya hecho este personaje, si sos K porque sos K, si sos PRO porque sos PRO, siempre hubiese generado ruido. Es así. Hay que entender que son riesgos que se corren y los volvería a correr porque así es mi carrera, y estoy orgulloso de hacerle caso a mi instinto y no quedarme en ese ruido que no conduce a ninguna parte.
—¿Qué te gustó más de hacer esta Evita?
—Es un personaje maravilloso. Ya la conocía, es un referente, un ícono mundial. Había visto y leído las interpretaciones que se le dieron. Para esta obra empecé a nutrirme más de su vida, de su biografía, del mito, de sus secretos, de la divinidad, de todo lo que genera su muerte, su agonía; es un poco el retrato poético que tiene la obra de Copi. Obviamente es una interpretación de los hechos.
—Te vas por tres meses de gira. ¿No extrañás a tus hijos?
—Gracias a Dios tengo el permiso para estar ocho días y volver. Así será, voy a ir y venir todo el tiempo. Me lo han permitido. No podría estar tanto tiempo sin verlos.
—En febrero vas a volver a ser padre, y será con otra mujer que no es la madre de tus hijos. ¿Cómo te preparás?
—Con alegría, con emoción, sorprendido una vez más por el misterio de la vida, que me bendice nuevamente de esta manera. Es una cosa que uno no termina de creer, que algo tan natural y simple sea a la vez tan lindo.
—A Nicolás Cabré se le escapó en una nota que con Eugenia “la China” Suárez esperás una nena, pero ni vos ni la China lo confirman aún. ¿Otra polémica para tu vida?
—(Risas) Han hecho una novela, y una novela mala.
—¿Qué va a ser entonces?
—No lo sabemos por una cuestión técnica; hay 50% de chances de que sea niña y 50% de que sea varón. Ya veremos.