Hoy se cumple un mes de la entronización de la pareja real holandesa, y parece que fue hace mucho más debido a la cantidad de actividades que sucedieron a ese hecho, que marcó un quiebre en el linaje de mujeres que ocuparon el trono de la casa Orange-Nassau.
Sin todavía haberse mudarse al palacio que ocuparon en La Haya, Máxima y Guillermo realizaron su primer viaje al exterior y el destino fue Luxemburgo, país donde reside un número importante de holandeses. Y esta semana comenzaron una gira programada que los llevará a visitar 12 provincias holandesas a modo de saludo y presentación directa de los nuevos reyes ante su pueblo.
Hasta ayer había recalado en tres y, como se esperaba, Máxima respondió con sonrisas espontáneas a las muestras de afecto recibidas en los respectivos recorridos. Dos imágenes de esta etapa tuvieron amplia difusión por lo simpático de las mismas: en una se ve a la reina argentina sentada sobre un vagón de un tren de carga en miniatura y saludando en su recorrido como si estuviera a bordo de una de las carrozas de la corona. En otra, fue sorprendida a la salida de un establecimiento por una mujer latina que le entregó su hijo para que lo sostuviera en brazos mientras una amiga registraba el momento con su teléfono celular. La cara de sorpresa de Máxima, seguida de un gesto maternal con el pequeño en sus brazos –quien lloraba sobrepasado por la situación–, se sumó a muchas escenas que no hacen más que ratificar el potencial carismático que Máxima aportó a la corona holandesa.
Por otro lado, los sitios que siguen el estilo de vestuario de las diferentes integrantes de las coronas europeas y asiáticas siguen ubicándola entre las tres mujeres de la monarquía más elegantes, y señalan que ella enfrentará un nuevo desafío de estilo cuando el próximo sábado 8 de junio participe de un acontecimiento social que reunirá a la nobleza europea: el casamiento de la princesa Magdalena de Suecia con el plebeyo Chris O’Neill.
Mientras tanto, y aunque ha recibido algunas críticas, Máxima usa una suerte de pequeños turbantes que le confieren un aspecto algo mayor, pero compensa con la jovialidad que logra cuando ríe con toda la cara. Su marido, el rey Guillermo, ocupa un segundo plano y se ubica un paso detrás de Máxima –sin perder su simpatía– mientras ella recibe saludos y flores de los holandeses.