Aunque es físico, se siente más cerca de la filosofía que de la ciencia y aún más: cree que su rol está en señalar las falencias, las faltas de rigor de ciertos discursos que se presentan como epistemológicamente consistentes. Mario Bunge lo hace desde el estudio y el saber: doctor en Ciencias Físico-Matemáticas, obtuvo 19 doctorados y 4 profesorados honorarios. Fue catedrático de Física en las Universidades de Buenos Aires, La Plata, Temple y Delaware. Enseñó filosofía en Argentina, Uruguay, México, Estados Unidos, Alemania, Dinamarca, Suiza y Australia. Publicó investigaciones en física atómica y nuclear, matemática aplicada, sociología, fundamentos de la física, biología, psicología, política científica y sobre todo filosofía. Además, es autor de setenta libros.
“Hay gente que merece este premio mucho más que yo –dijo en el momento de recibir el premio–. Hay otros que hacen más, como por ejemplo Facundo Manes, Héctor Vucetich o Gustavo Romero; gente que está haciendo, apostando con elementos nuevos. Yo he hecho ciencia, lo he hecho hace muchos años, principalmente, en mi libro Fundamentos de la física, pero es una obra científico-filosófica, siempre me he movido entre las dos aguas”.
Para Bunge, “la ciencia sigue muy bien, pero no llega al público porque los profesores de ciencia no hacen el esfuerzo que debieran hacer por divulgar la buena ciencia y entonces les dejan el campo libre a los macaneadores, gente a la que mi amigo Juan José Sebreli ayudó a desenmascarar con su trabajo”. El de Perfil fue un premio “completamente inesperado. Me agrada que me lo entregase mi amigo Etcheverry”.