Cómo serán los próximos seis meses en la vida de un adolescente medio: puede incluir, con suerte, unos días de vacaciones, estudio, trabajos de paso, conseguir novia... Los planes de los chicos de One Direction, que aún no superan los 21 años, son bastante diferentes: presentar un tercer CD, estrenar una película en 3D y firmar un contrato millonario con Pepsi. Sólo por esos tres proyectos, Harry, Niall, Zayn, Louis y Liam –las cinco caras frescas y visibles del fenómeno musical más rentable de los últimos tiempos– hasta fin de año ganarán 100 mil dólares cada uno, por día. Difícil creerlo cuando, a simple vista, parecen ser simples adolescentes.
No parecen haber crecido de golpe, como Justin Bieber, el único capaz de hacerles frente, ni tampoco tener un talento particularmente especial. No son “hijos de”, no son excepcionalmente lindos y a duras penas alguno toca algún instrumento. Y sin embargo se han convertido en el último manotazo de ahogado de la industria de la música, que saca sus colmillos para tomar de ellos lo que pueda, mientras pueda y cómo pueda.
Así como, salvando las distancias, en los 90 estuvo en las manos de Liam y Noel Gallagher, de Oasis, y de Take That –la banda pop de la que salió Robbie Williams–, ahora son ellos los que llevan la bandera de la invasión británica, que hasta ahora no conoce límites. Y el torbellino de hormonas teen ha llegado a la Argentina.
Un par de meses atrás, la noticia de que One Direction vendría al país estremeció a miles de adolescentes de entre, mayormente, 10 y 17 años, que aguardaban impacientes el momento de poder ver a sus ídolos de cerca. De respirar el mismo aire que ellos por un par de horas. Hasta que a finales de junio se hizo oficial: el 3 de mayo de 2014 se presentarían en el estadio de Vélez Sarsfield. Las entradas duraron horas; se vendieron 40 mil, a un precio que va entre los 520 y 1.380 pesos. Inmediatamente, y siguiendo la estrategia de marketing dispuesta, las directioners –como se llaman sus fans, enemigas de las believers, seguidoras de Justin– pusieron el grito en el cielo, reclamando más. Entonces se agregó otra función que, de la misma manera, se agotó en tiempo récord.
El tour que trae a la banda liderada por Harry Syles, cuya cuenta de Instagram es una de las 15 que sigue el primer ministro inglés, Kevin Rudd, se llama Take me home. Es la primera gira que los trae al país y la segunda que hacen desde que se formó el grupo, en 2010, después de pasar por el programa televisivo The X Factor. Este reality show cazatalentos creado por Simon Cowell, y quien a su vez oficia de “el malo” del jurado para los televidentes, terminó siendo la plataforma de estos cinco chicos al estrellato.
Todos ellos entraron como participantes solistas y quedaron eliminados. Pero el ojo afilado de Simon los juntó como grupo y les dio una nueva oportunidad. Unidos llegaron un poco más lejos: en la final quedaron en tercer puesto. Fue entonces cuando, por segunda vez, el productor apostó por ellos: los apadrinó y, a pesar de no haber ganado el concurso, les hizo firmar un contrato con su discográfica, Syco Music, con la que lanzaron su primer sencillo, en 2011.
Desde entonces, el éxito los acompaña: por la química entre sus integrantes, por tener detrás una maquinaria enorme, o por una cuestión de suerte... Lo cierto es que One Direction arrasó con todos los pronósticos. En los dos primeros años y sólo en venta de discos facturaron más de 150 millones de dólares; Starcount, el sitio de internet que mide la popularidad mediante el impacto en las redes sociales, los declaró como la más grande de las bandas del Reino Unido en la historia superando incluso a los Rolling Stones. Y según la herramienta para palabras clave de Google, 110 mil personas los buscan por día. Su cuenta l de Twitter lleva acumulados trece millones y medio de seguidores, a los que a diario se les suman 25 mil más. Mientras sus ídolos del Viejo Continente siguen creciendo, las fieles y perseverantes fanáticas argentinas aguardan, casi un año antes, el primer encuentro.