Ayer, en su casa de Cancún, fueron velados los restos de Roberto Gómez Bolaños. Luego, el féretro fue trasladado a México DF. Los planes originales eran realizar la operatoria aérea en un avión de Televisa, pero por el tamaño del féretro se optó por una nave comercial. Es decir: grande. Es decir, acorde con el gigantesco homenaje programado para hoy, en el Estadio Azteca, donde el público podrá rendirle un último tributo a partir del mediodía y con una flor blanca en la mano. Sus compañeros artistas lo harán antes en los estudios de Televisa.
Cabe preguntarse si ese niño nacido en un hogar de clase media –padre dibujante y madre traductora– soñó con llegar tan alto como para que su muerte paralizara de angustia a la mayor parte de América Latina. Lo seguro es que sus padres ni lo sospecharon: don Francisco Gómez Linares falleció cuando él tenía 6 años; su madre, Elsa Bolaños Cacho, murió de un cáncer de páncreas antes de que él alcanzara la popularidad.Por entonces se desempeñaba en el mundo publicitario, como guionista, lo que le permitía hacer colaboraciones escritas para la televisión.
La primera experiencia actoral fue en 1968 con Los supergenios de la mesa cuadrada, media hora semanal que a los pocos meses serían sesenta minutos. En ese programa iba a crear, en 1970, al Chapulín Colorado, y en 1971, all Chavo. Y esa hora se dividió en dos: una para la parodia superheroica, otra para el niño huérfano.
Exito. Desde entonces y hasta 1995 realizó 2.500 emisiones, con alguna que otra interrupción. Cada programa, escrito por él y protagonizado por él. Un todoterreno prolífico. Por eso mismo había recibido el apodo de Chespirito, medía 1,60 y así, petisito como era, se multiplicaba en la rama de las artes populares a punto tal que el director de cine Agustín P. Delgado lo comparó con Shakespeare, que en fonética es simplemente “Chéspir”.
Su vida no estuvo exenta de polémicas. Los encontronazos con Claudio Villagrán –Quico–, Ramón Valdés –Don Ramón– y María Antonieta de las Nieves –la Chilindrina– por no cederles los derechos de los personajes. Otros asuntos: las pujas monetarias con Televisa o su apoyo público a la candidatura de Vicente Fox para terminar con la hegemonía del PRI.
Como muchos que poseen un éxito abrumador y popular, ansiaba prestigio. En 1997, el director Joaquín Bissner recibió el encargo para realizar un film “culto” a partir de un guión firmado por un tal Danilo Cuéllar Chopo; enseguida se supo que era un anagrama de Chapulín Colorado. La película se estrenó sin pena ni gloria.
Pero esas polémicas ni siquiera arañaron su popularidad. Al menos hasta que la perdurabilidad de la memoria y el cariño demuestre ser aún más trascendente.