Ya no queda prácticamente ninguna duda, hay que volver a clases en todos los niveles cuanto antes. Ahora bien, ¿Es seria la discusión puntual sobre los protocolos para volver ahora en marzo, todavía sin vacuna masiva y con el frío más cerca? Porque en países empobrecidos y desordenados como el nuestro, el verano no dio respiro. Debería darlo el fin del verano con las escuelas y universidades como nuevos focos de amontonamientos, ya que el año pasado no los hubo.
Viendo lo que pasa en Europa, que desde el vamos fue el anticipo de lo que se nos venía encima a nosotros. Todo indica que los recaudos por acá deberían ser más extremos.
Antes de la pandemia sabíamos que los docentes integran el rubro laboral con mayores licencias médicas por año y muchos usaban ese dato para señalar un problema serio, de compromiso, de falta de vocación. Y seguro que algo de eso hay o mucho. Pero no, no es el tema ahora, porque lo que ahora estamos tomando conciencia de algo más básico. Un aula es un foco infeccioso sobre todo si está superpoblada y mal ventilada.
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¿Sabemos cuántos docentes son población de riesgo en el país?, es decir, ¿sabemos con cuántos de los docentes que tenemos vamos a poder contar, dado su edad o sus enfermedades preexistentes que puedan complicar el desarrollo de un eventual contagio por covid-19? Ninguna fuente oficial o gremial supo responderme esta pregunta, que parece básica para organizar recursos humanos en una pandemia, ya que de eso se tratan también las clases, de organizar recursos humanos.
Por otro lado, las polémicas más fuertes en el pico máximo de nuestra pandemia tuvieron en el centro, que todo se estaba haciendo para supuestamente proteger a los más vulnerables y que eso terminaba siendo autoritario y además perjudicaba a las más amplias mayorías que no son mayores de 60 ni tienen enfermedades previas. Recuerdan que hubo hasta una carta abierta de intelectuales mayores de 60 años que casi trataron de nazi a Horacio Rodríguez Larreta por cierta percepción de mano dura en la promoción del encierro de los viejos como único antídoto.
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Curiosamente, en la discusión sobre el regreso a las clases no está apareciendo el asunto de los vulnerables, ni los docentes, ni los abuelos que viven en casa, ni cómo se deberá visitar a los que no viven en casa, ni los padres con alguna vulnerabilidad que debieran acompañar a los chicos de ida y de vuelta en el transporte público, o despedirlos y recibirlos en casa. Pero en todos los casos, modificando la burbuja familiar actual.
Insisto, nadie duda que es imprescindible volver a las aulas, pero parece un hecho que hemos pasado de un todo por los vulnerables a su ausencia en la conversación. Todo esto es nuevo para todos. Todos estamos aprendiendo. Sería bueno aprender de paso a no ser extremistas en la manera de razonar y organizarnos.