Escuchen esto: en los últimos días hubo reclamos por la libertad de Amado Boudou y Milagro Sala entre otros a los que llaman “presos políticos”.
Hablar de que existen presos políticos es una acusación muy seria para una democracia, sobre todo para una que es presidida por un Presidente que surgió de los mismos sectores que hoy reclaman eso. Es que cuando los presos son judiciales, su futuro siempre estará en manos de la Justicia. Pero al decir que son presos políticos, lo que se dice es que la responsabilidad de que eso se mantenga es de los políticos. Y sucede que el principal político del país es Alberto Fernández.
Las tensiones en el oficialismo sobre este tema crecieron en las últimas semanas. A medida que pasa su mandato y no se resuelven los problemas judiciales de los Boudou, de los De Vido y de Cristina Kirchner, las tensiones aumentan.
Ante un Presidente que ya dijo que no firmará un indulto, con una ley de amnistía que por ahora nadie supone que podría ser impulsada por la propia Cristina, hay sectores del oficialismo que intentarán avanzar sobre la idea de una ley que simplemente anule todo lo actuado, una ley de Nulidad.
Asumen que las causas por corrupción estuvieron, “teñidas de nulidad por haber sido impulsadas con objetivos políticos y amañadas por la corporación judicial y mediática”. Entre sus impulsores están algunas senadoras oficialistas y dirigentes peronistas como Alberto Rodríguez Saá y Gabriel Mariotto.
Lo que intentarán es reflotar el proyecto de ley 3435, que todavía tiene estado parlamentario; el que por ejemplo, entre sus artículos plantea que una causal de nulidad de una causa por corrupción son las notas periodísticas que podrían haber afectado la percepción de los jueces que intervinieron en esas causas.
Y quizá a modo de compensación, señalan que este beneficio de nulidad “debería abarcar a los ex funcionarios macristas que están siendo juzgados”.
El problema, el mayor problema, es el fuerte rechazo social hacia Cristina Kirchner de una parte importante de la sociedad. Eso haría inviable cualquier solución política para sus problemas y para los de sus ex funcionarios. Pero ojo, como al mismo mantiene un muy fuerte apoyo social de otros sectores, eso hace que también sea difícil imaginarla presa.
La cuestión es que si el problema es de verdad irresoluble, entonces es un problema para todos. Porque, en un sentido o en otro, siempre nos seguirá sobrevolando el fantasma de una injusticia eterna.