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Conducción política

Informe especial: el peligro de la anomia

La incongruencia entre las normas y la gente es uno de los aspectos de la anomia. Si el gobierno no trabaja en eso podría tener problemas mayores.

Alberto Fernández decretó la restricción de la circulación en 18 distritos. Sin embargo muchos gobernadores se rebelaron ante la decisión del presidente. Incluso uno de ellos llegó a decir que “aunque quisiera aplicar el decreto no iba a poder. La gente saldría igual, iba a haber circulación e iban a seguir abriendo los locales”. La incongruencia que se da entre las normas y la gente es uno de los aspectos de la anomia. Si el gobierno no trabaja en eso podría tener problemas mayores.

El lunes se dio otro ejemplo, miles de argentinos salieron a la calle a pesar de los pedidos del presidente. La anomia no es un concepto nuevo, lo introdujo Emile Durkheim en el siglo XIX. La anomia es un estado de desorganización social producto de falta de normas o por la incongruencia de las mismas.

La anomia la introduce el Gobierno desde el momento en que convierte a la ley en un pretexto para la primacía del poder político sobre la constitución y las disposiciones de la justicia”, aseguró Santiago Kovadloff, filósofo y ensayista.

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La comunicación del gobierno ya no llega a la gente con la misma eficacia que solía llegar al principio de la pandemia. “La información necesita basarse en la confianza para que sea creída y, a partir de ahí, acatada”, afirma Adriana Amado, especialista en medios y comunicación, quien luego completó: “hace tiempo confundimos la difusión del mensaje con la credibilidad del mismo”.

El desgaste que sufrió la estrategia comunicacional impactó en la imagen presidencial. Según poliarquía, el diferencial favorable que tenía Alberto Fernández al principio de la pandemia era del 75%, en octubre llegó al 4% negativo. Por primera vez su imagen negativa superó a la positiva.  

La falta de normas claras, las idas y vueltas a la hora de tomar decisiones y los conflictos entre el gobierno nacional y los provinciales hizo que la gente se rija por su propias convicciones, algunos con mucha prudencia y otros con una nula responsabilidad social. La anomia atrapa cada vez más a los argentinos.