México se prepara para celebrar el "Día de los Muertos", una de las festividades más icónicas y queridas, en la que la muerte no es el final, sino una parte de la vida que merece ser celebrada y recordada, en un homenaje lleno de color, simbolismo y amor por quienes ya no están.
La tradición evolucionó mezclando creencias prehispánicas con influencias religiosas para dar lugar a una celebración única en el mundo, desde que en 2008 fue reconocida como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO.
De cara a esta tradición, las familias mexicanas suelen preparar el altar desde el 25 de octubre como un ritual especial cuyo objetivo es honrar la memoria y mantener vivo el legado de los antepasados. Aunque la tradición permite cierta flexibilidad, se recomienda que el altar esté listo antes del 27 de octubre, cuando comienzan a llegar las almas.
En ese contexto, las familias decoran estos altares con fotos, comida, bebida y objetos favoritos de sus seres queridos para recibirlos de manera simbólica en su regreso temporal al mundo de los vivos.
No obstante, el 2 de noviembre se considera el cierre de la festividad, cuando las almas realizan su última visita antes de regresar al Mictlán o descanso eterno. Usualmente, el altar se retira el 3 de noviembre, aunque algunas familias lo mantienen algunos días más como una muestra de respeto y cariño hacia sus seres queridos.