El 17 de marzo de 1992 a las 14:47 la historia cambiaría para siempre. En ese momento, un coche bomba explotó en la esquina de la embajada israelí en la esquina de Arroyo y Suipacha.
El estallido, que se oyó en toda la ciudad, dio paso a los estremecedores gritos de ayuda de los supervivientes y a las corridas de los rescatistas. El brutal ataque terrorista dejó al menos 22 muertos: 9 empleados y funcionarios de la embajada; 3 albañiles y 2 plomeros; un taxista, tres peatones, un sacerdote de una iglesia vecina y 3 ancianos residentes del hogar San Francisco, a metros del lugar del atentado.
La Corte Suprema de Justicia de la Nación fue la encargada de encontrar al culpable en medio de sospechosos avances y retrocesos hicieran que aunque fuera probado que se utilizó un coche bomba relacionado a Hezbollah, jamás se avanzará a un juicio y que la causa continúe hoy, 30 años después, impune.
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Hoy el lugar donde funcionaba la embajada israelí se transformó en la Plaza de la Memoria y de la construcción original se conservó un muro con una placa que recuerda los nombres de los fallecidos a la espera de que en algún momento, más temprano que tarde, llegué la Justicia.