Hay una frase muy bonita en un libro de un amigo italiano que dice algo así: “Hay encuentros con personas que pueden cambiar tu vida”. Y esa persona para mí es el gran maestro Liú Ming.
Yo soy Margarita Dalale, vivo y trabajo como médica especialista en endocrinología y metabolismo en Santiago del Estero. En marzo del 2012 mi madre fue operada por una fractura de fémur, una cirugía riesgosa con mucha pérdida de sangre, que se complicó con una fibrilación auricular (el corazón late desordenadamente). Pero su cardiólogo logró compensarla, y a los pocos meses ya caminaba con ayuda. Pero otra caída le provocó graves fracturas vertebrales que la dejaron prácticamente postrada. La tratamos con antiinflamatorios inyectables, pero le elevaban mucho la presión arterial (ya estaba medicada por este motivo), y le provocaban intolerancia gastrointestinal, con deshidratacion
y diarreas con sangre.
Estábamos ante un cuadro general muy severo y doloroso. En ese momento, mi maestro de kung fu -hago artes marciales desde hace más de 20 años-, me comentó que tenía
un amigo, colega y acupunturista, que podría ayudarme a sanar a mi madre. Así conocí a Germán Abascal, discípulo del maestro Liú Ming, quien revisó a mamá, le aplicó las
agujas de acupuntura y un parche chino. El tratamiento la compensó en todo aspecto, le sacamos el suero y ya no tuvo más dolores vertebrales, por lo cual solamente quedaba
retomar la rehabilitación.
(...)
Cuando conocí a Germán Abascal le pregunte si Liú Ming daba cursos de medicina tradicional china, ya que lo aplicado a mi mamá me parecía asombroso y tenía mucha necesidad de aprender. Viajé a Buenos Aires con Germán y mi esposo para hacer un curso de masajes chinos Tui Na con Liú Ming. Luego del primer curso, ya en Santiago del Estero, mi esposo sufrió una arritmia severa y como no encontraba a ningún cardiólogo, lo llamé a Germán para que lo atendiera. Lo llenó de agujas y el pulso y la presión se regularizaron.
Luego consultamos al cardiólogo, quien sólo sugirió controles y aceptó que siguiera con acupuntura sin recetarle ningún medicamento. En el segundo curso con Liú Ming, le pedí que viniera a Santiago del Estero a enseñar. Aceptó gustoso y cuando le pregunté cuánto sería el valor del curso, me dijo: “No quiero cobrar nada. Yo vine de China para transmitir lo que sé a la gente, si no lo hago, sería haber dejado todo allá en vano”.
Pactamos varias fechas y asistieron más de 600 personas, pero no pude ir a la segunda jornada porque mi madre se descompensó y la internaron en terapia intensiva. En una junta de especialistas se decidió ponerle un marcapasos y ya lo habíamos encargado cuando sorpresivamente, el maestro Liú Ming se presentó en la clínica y me dijo: “Usted es mi amiga. Un problema suyo, es un problema mío. ¿Por qué no me llamó?”.
Pedimos permiso a los médicos para que él pudiera revisarla, le tomó los pulsos con los que diagnostican los acupunturistas, me miró y me dijo: “El problema no es de acá (señalándose el pecho), el problema está acá (tocándose el abdómen)”, y le colocó las agujas.
Al día siguiente mamá tuvo una “desintoxicación” (vomitos y diarrea) muy rara, algo que como médica nunca había visto. Liú volvió a visitarla esa noche en el sanatorio; estaba alegre y se reía con mi madre. Le tomó los pulsos y me dijo: “La energía volvió al corazón. ¡Mirá cómo se ríe! ¡No está enfermo alguien que ríe así!”. Él mismo fue a casa y le cocinó a mi madre “un arroz especial que ayuda al corazón”; también me indicó un jugo para los pulmones, y otras dietas de tés, jugos y comidas.
Liú estuvo dos días más en Santiago del Estero para tratar a mi mamá. Cuando los cardiólogos la evaluaron el último día, me dijeron que no era necesario el marcapasos pues todos los parámetros cardiovasculares eran normales.
Mamá ya no toma más remedios, Germán la sigue controlando y seguimos la dieta que le indicó el maestro Liú Ming.
(La nota completa, en el segundo número de "TAO, los secretos de la medicina china", la revista del médico oriental del Papa Francisco)