SALUD

Mujeres de 60 con hombres de 30

Cómo cerrar "la fábrica" sin cerrar "el parque de diversiones". La explicación médica. Galería. Galería de fotos

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| Cedoc

Si bien las parejas en las que la diferencia de edad es notoria suelen ser motivo de críticas y señalamiento social, especialistas advierten que “la actividad sexual plena es una completa actividad física ya que, además del aspecto emocional, mejora la salud en general”

Como consecuencia de un divorcio, o detonante de una jugada del destino que hizo que el compañero de toda la vida se vaya de este mundo antes que su esposa, cada vez más mujeres menopáusicas eligen rehacer su vida con un hombre 20 o 30 años menor que ella.

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Es que, de un tiempo a esta parte, la evolución de la medicina estética y la proliferación de la preocupación por “verse bien” hicieron que muchas mujeres de más de 50 luzcan cual treintañeras frente al espejo. Y en consonancia con su aspecto físico, buscan para tener a su lado hombres mucho más jóvenes que ellas.

“Una mujer, al estar con un hombre más joven, se asegura una sexualidad plena. Y si el joven tiene experiencia, ella desarrollará todo lo que supone la vida sexual. Desde el mejoramiento de su aparato cardiovascular, que estará más activo, hasta su piel porque las sustancias que se liberan en la actividad sexual activan factores crecimiento fibroblástico (para la producción de colágeno) y otros que ayudan a que el sistema arterial se mantenga más joven”, detalló la doctora María Alejandra Rodríguez Zía.

Así es que, según la especialista, “si el aspecto arterial se mantiene más joven todo se beneficia porque es cierto eso de que cada uno tiene la edad de sus arterias”.
“La actividad sexual plena es una completa actividad física ya que, además del aspecto emocional -bien llevada desde lo espiritual hasta lo mecánico- mejora la salud en general”, insistió Rodríguez Zía.
Para ella, “la idiosincrasia de una mujer en la  elección de una pareja más joven que ella está dada por tener una libido sexual alta, dado que sabe que el joven tendrá esos requerimientos también”.

"La dopamina es un neurotransmisor que transmite una sensación de euforia y entusiasmo. Para que una mujer se interese en tener una vida sexual con un hombre mucho menor debe tener alta la libido y, por consiguiente, la dopamina. Cuando esto ocurre también aumentan dos hormonas: por un lado, la llamada LH y, por otro, la testosterona. Esta última, origina el desencadenamiento físico de la excitación sexual. Además, hay otra hormona, también alojada en la hipófisis, llamada ocitocina, conocida como 'molécula afrodisíaca', porque sube durante el acto sexual y fuertemente en el orgasmo”, resumió Rodríguez Zía.

Fuera del plano estrictamente emocional, elegir a un novio varias décadas más joven implica saber que se deberá tener una vida sexual acorde a esa juventud.

“Si la mujer tuvo durante su vida todas estas hormonas bien altas (y, por lo tanto, tiene un esquema, en el sentido de libido, también alto) cuando envejece o llega a la menopausia tiende a querer recuperar aquel esquema”, aseguró la especialista, quien metaforizó que “una mujer bien sabe que puede cerrar la fábrica pero no tiene por qué cerrar el parque de diversiones", en referencia a que finalizada la edad reproductiva, las mujeres pueden abocarse a gozar, con el fin del goce per sé.

Como en la menopausia estas hormonas empiezan a fallar, las mujeres de 60 que tienen parejas de 30 acuden a la consulta médica para recibir una terapia de reemplazo hormonal, que les permita revertir la sequedad vaginal y mejorar la respuesta orgásmica para poder tener una vida sexual acorde a la de un jovencito de 30.

Los determinantes de la libido sexual. La libido sexual depende de dos sustancias básicas, tanto en hombres como en mujeres.

En primera instancia, un neurotransmisor cerebral que transmite las sensaciones de placer y de euforia al pensar, ver, oler, y/o tocar a nuestra pareja, llamado dopamina. La dopamina puede bajar en casos de estrés sostenido por más de tres meses, donde primero sube pero luego puede agotarse, si el estímulo estresor continúa.

Ejemplos de esto lo representan largos periodos sin trabajo, divorcios controvertidos muy prolongados, enfermedades que lleven a padecer dolores intensos y crónicos, o simplemente vivir con pensamientos negativos del pasado en forma reiterada.

Otras varias situaciones pueden llevar a una persona joven a padecer de falta de libido por disminución de la dopamina por estrés crónico.

En otro orden, una hormona que es sintetizada en la glándula suprarrenal en hombres y en mujeres llamada testosterona. En hombres también es producida mayormente por el testículo, y en mujeres por el ovario, pero en una relación de 10 a 1.

La testosterona media todo el circuito de la libido a nivel físico, o sea luego que se liberó la dopamina y se produjo el estímulo mental, debe haber una llegada al sistema circulatorio que se ve aumentada, mayor sudoración, comienzo de la tumescencia en mamas, vagina, y zona genital de hombres, preparando el momento de la relación sexual.

Hay muchas razones para que la testosterona baje, como en casos de enfermedades crónicas graves, pero generalmente, ocurre en situaciones de estrés, que la misma dopamina que primero subió junto con la adrenalina, en esos casos, hizo subir el cortisol u hormona propia del stress, que sale del colesterol.

El colesterol es el mismo sustrato de la testosterona, por ello, si sube el cortisol, baja la testosterona y es allí cuando sufrimos la falta de libido.

El tratamiento en estos casos será cambiar la percepción del factor estresor, con terapia y, por parte del médico, lo mejor es ayudar a subir la dopamina con precursores que fueron agotados por el excesivo uso, como por ejemplo la fenilalanina o la tirosina, siendo propios del cuerpo y sin efectos adversos.

La testosterona se puede aumentar en casos más graves con el uso de sus precursores que harán trabajar a la glándula suprarrenal agotada y se producirá un síntesis de esta hormona genuina para el cuerpo, sin miedo a el tan temido cáncer de próstata en hombres o de mama en mujeres, por reconversión de la testosterona a estradiol (hormona femenina) en la grasa periférica.