SOCIEDAD

44 millones y sin Kirchner

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Sorpresas te da la muerte. Incorrecta como es, en turno injusto, se llevó a Kirchner. La vida continúa. No me gustaba Kirchner. Pero menos me gustan los gorilas de derecha y de izquierda que pujan por joderse. Unos, amplificándolo. Otros, ningunéandolo. En este hoy la Casa no está en orden. Pero en 2003 casi ni Casa había. Aún olía a chamuscado. Por entonces estuve por entrevistar a Kirchner para La Nación pero su tan "democrático" filtro de campaña Alberto Fernández me rechazó por "algo" denunciado en mi Semana. Eran datos chequeados: en Santa Cruz se habían entregado estufas por votos, la prensa se expresaba con barbijo, y otras delicias más. No era nada nuevo en el folklore del país. Pero probaba que el candidato tampoco lo era.

¿Un obituario puede blanquear un prontuario? Dije que no me gustaba Kirchner. Pero me atrajo como pieza periodística, cuando venido del frío como Lupo o Lupin, fue eyectado de la galera mágica de la política tribal en uso. Chaplinesco a la hora del bastón, eludió a tres de nuestras imbancables tías (retórica, pompa y circunstancia) y entre otras frases dijo:”El desafío es el cambio” y "Traje a rayas para los evasores” (El mismo llegaría a estar incurso en esta frase).

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Kirchner llegó, ganó, juró, irrumpió, casi "nadó" sobre el cabecerío de sus adictos y terminó sangrando y con gasa en la frente por chocar con una cámara de fotos. ¿Qué haría este casi desconocido patagónico?" ¿Se limitaría a jugar solo con el Protocolo o jugaría también con el Sistema? ¿Vendría a modernizar la política o a imponerle un corset según le viniera en gana?

Desde su ingreso a la Rosada no paró. Entusiasta, repentista, hiperkinético, atravesó su primera semana a Mach 3. El lunes ató cabos con colegas estratégicos. El martes destrabó en Entre Ríos el conflicto escolar. El miércoles acudió en auxilio de Formosa (la más frágil). El jueves celebró como comandante constitucional el Día del Ejército y la renovación de las tres armas. El viernes viajó con todo el gabinete a Santa Fe a discutir el Mercosur con el presidente de Paraguay. Y el sábado entró a vivir en la residencia de Olivos. Era el Otro. Y lo Otro. ¿Traería el cambio o el disfraz del cambio? Había que esperarlo.

Pronto mostraría agallas de conductor. Posesivo y frontal tomó varios toros por las astas. Y al tiempo que ejercía su poder construyó Caja (de caudales) que amigos dilectos y sectarios se ocuparon de abultar. Autoritario, excluyente, ripioso, Kirchner cubrió con éxito su período. Sinceró la Corte, defendió los Derechos Humanos (pero no todos), se desprendió de la Gran Deuda, acordó con Lula, acumuló reservas y dejó expedito el paso de Cristina a la Presidencia.

Personaje shakesperiano (que lo fue) diseñó la utopía de una dinastia K., manoteó poder donde lo hubiese, y ya entreviendo que el país podía quedarle chico, extendió su afán a unir el sur del continente. Pasión, furia, acción. Ante fenómeno tal, una oposición escuálida y estática se limitó a sumar denuncias que recién se tratarían durante el Juicio Final. Era el tiempo K y K marcaba el tiempo.

¿La muerte mejora el curriculum?¿La muerte dignifica? La desaparición de Kirchner sonó como aldabonazo. Parte del país lo lloró. Otra lo lamentó. Y otra se aisló en el estupor y la indiferencia. (Y porque está en la naturaleza misma de todo serpentario, el rancio gorilaje celebró).

Su muerte súbita coincidió con el inicio del censo nacional. Ahora somos 44 millones menos Kirchner. Encuesta que hoy se hiciese para saber que quiere el pueblo ¡ya!, daría, lejos, mayoría a los moderados. Con clamor que va de Lapataia a San Antonio de los Cobres, pidiendo lo mismo: que se pacte y encare un cambio profundo (pero civilizado) o civilizado (pero profundo). Un sueño de difícil andadura pues los sectarios de derecha e izquierda desprecian a los moderados más de lo que ellos se desprecian entre sí.

Comparados con los de India y Sudafrica nuestros conflictos íntimos son de risa. Pero aún así, es difícil aflore aquí un Gandhi o un Mandela. Pasa que un disparate enorme (la escasa distancia entre problema y solución) obliga a lo argentino a estar siempre "en veremos". Así va que celebramos bicentenario anclados en obstinado y repetido Año Cero. En convivencia espasmódica, pues los votos nunca llegan a destino. O se pierden o se tuercen o los deglute un poder instalado "a ese efecto". Mucha verdad encierra la sentencia "Todo pasa", aunque aquí no rige pues da en pasar siempre lo mismo. O nos machaca una bota o nos ahorca un mercader o nos arrea un mandamás. Ni evolución ni revolución. Desorden y desbande. "Problemático y febril" el 20. Y el siglo 21 también.

Es prematuro afirmar cuál será la real talla de Kirchner. Pero en la historia entró. En lo que va de esta aun balbuciente democracia solo él y Alfonsín cruzaron ese umbral. El resto fue un relleno de fantasía. De como se conduzca la presidenta Cristina Fernández y se comporte la oposición (por ahora nonata) dependerá la salida pronta o lenta del laberinto en el que queda el país tras la muerte de Kirchner. Pasados los duelos y quebrantos, tanteando en medio de una niebla que envuelve a dirigentes y habitantes, destaca prístino, el consejo que supo acercarnos hace muy poco el presidente del Uruguay. Que dejemos de jodernos entre nosotros. Que no otro mensaje que ése nos dejó José Mujica al responder a la prensa con verso cuasi de bolero"Los argentinos no se saben querer".

(*) especial para Perfil.com.