La fortuna que amasó es “incalculable”. Algunos hablan de tres millones de pesos, otros apuestan cinco y algunos estiman diez. “Poné millonario”, aconseja un jefe policial. Lo cierto es que nadie –al menos por ahora– lo sabe. Excepto él, claro: Fernando Gabriel Pereiro, el estudiante de Ingeniería de 29 años que el lunes pasado fue detenido por la Policía después de una espectacular persecución que incluyó un enfrentamiento armado y un final con accidente de tránsito incluido. Un verdadero delincuente de “guante blanco” que motivó una cacería durante más de cinco años. Que saboteó miles de cajeros en la Ciudad de Buenos Aires, la Provincia y el interior del país, con un sistema único e imposible de detectar por un ciudadano común. Una historia que nadie contó, con viajes por los lugares más exóticos del mundo, coches exclusivos y mujeres seducidas por el dinero y el poder.
Hábil, inteligente y escurridizo, Pereiro –o “el fantasma”, como eligió llamarse en distintos sitios de Internet– explotó al máximo ciertos conocimientos en electrónica que adquirió cuando comenzó a cursar la carrera de Ingeniería Electrónica en la Universidad Tecnológica Nacional (UTN). Una carrera que no terminó por falta de tiempo o porque simplemente entendió que la mejor salida laboral no estaba en las aulas sino en la calle.
Cuando tenía 22 años aprovechó la novedad de la televisión digital por cable y montó una falsa oficina de DirectTV. Pero no alquiló un local, para no generar sospechas, sino que se instaló en el quinto piso de un edificio del barrio de Recoleta, aprovechando que su abuela tenía un departamento con todas las comodidades. Los vecinos –que todavía se acuerdan de él pese a que desapareció hace varios años– cuentan que contrató a jóvenes promotoras para que ofrecieran el paquete con el decodificador que supuestamente captaba la señal del satélite. Nadie sabe si el emprendimiento funcionó o si Pereiro hizo mucho dinero. Sí aseguran que el truco duró poco y que las promotoras desfilaron por el edificio durante varios meses reclamando un sueldo que nunca les pagó.
Perfeccionista. Apenas abandonó los estudios encontró otra manera más fácil y efectiva de conseguir dinero sin trabajar: clonar tarjetas de crédito de American Express. Con una máquina que copiaba la banda magnética del plástico original, duplicó varias tarjetas que vendió pero también utilizó para adquirir algunos bienes, sobre todo de electrónica.
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