El 9 de noviembre de 1989, el mundo entero vio la alegría y la furia con la que los alemanes destruían con picos y martillos el Muro de Berlín, que los había dividido durante 28 años, 2 meses y 27 días.
Tras el anuncio de que la República Democrática Alemana, la del Este, abriría sus compuertas y entregaría visas de salida a sus habitantes, miles de ciudadanos llegaron como olas a los puntos de control del muro para cruzar la frontera hacia la Alemania Occidental, la capitalista. Para ellos fue “la noche más feliz de Alemania”.
Esa barrera había comenzado a funcionar el 13 de agosto de 1961, como exclusa que evitara el flujo de ciudadanos entre las dos Alemanias.Desde ese día se oficializó el Muro de Berlín, un tajo sangriento que hería en dos, de norte a sur, toda la ciudad capital.
Separaba los barrios de Reinickendorf (oeste) y Pankow (este), cortaba en dos Friedrichshain –Freuzberg, el centro histórico de Berlín, le pisaba los pies a la Puerta de Brandenburgo del siglo XVIII y también a la icónica Potsdamer Platz y seguía avanzando todavía más hacia el sur, dividiendo Neuköln y Treptow –Köpenick.
El Muro de Berlín, antes de la caída
El Muro de Berlín tenía 155 kms de largo y unos 43 kilómetros se encontraban en la traza urbana. En los más de 28 años que estuvo en pie, más de 11.000 soldados del Ejército Popular Nacional de la RDA lo custodiaron desde la parte pro-soviética de Berlín. Había ocho puestos de control “aduanero” que no se perdían detalle de cada movimiento, sobre todo de salida.
Era muy difícil y muy riesgoso sortear esos puntos de patrulla para huir hacia la libertad que prometía la Alemania Occidental: tenía unas 300 torres elevadas para mirar todos los movimientos alrededor.
Aun así, se cree que cerca de 40.000 personas lograron atravesarlo y huir del régimen de hierro. No todos tuvieron un final feliz, murieron al menos 184 personas mientras intentaban cruzarlo. Fueron fusiladas a quemarropa o atacadas por los perros de los guardias, entrenados a tal fin.
Perforarlo era impensado. Los primeros paredones de ladrillo fueron de a poco reemplazándose por bloques de hormigón armado, sostenidos por vigas de acero.
Con una altura de 3,60 metros, cruzarlo por arriba era imposible, cubierto por la corona de espinas de una concertina de rulos interminables. Unos cuantos de esos primeros “ingenieros de la libertad”, dejaron cavados unos 70 túneles secretos para facilitar la huida de los que se animaran después de los pioneros.
Levantarlo fue también complicado ya que el muro tenía un grosor desparejo que oscilaba entre 15 y 150 metros según las irregularidades del terreno, ya que el muro en sí estaba rodeado de pozos de agua u otros materiales, como los viejos castillos medievales.
Cómo cayó el Muro de Berlín
En mayo de 1989, Hungría, también integrante del bloque prosoviético, decidió romper el muro de acero de 354 kilómetros que la separaba de Austria, porque se sentía integrante de Europa. Este gesto, que terminó de concretarse a fines de 1989, ya significó el primer agujero, la grieta, en la Cortina de Hierro.
El 19 de agosto de ese año, más de 600 alemanes del Este estaban de vacaciones en Hungría, pero aprovecharon la apertura de un puesto fronterizo con Austria para huir al Oeste, hacia ese país.
A partir de ese episodio, los regímenes comunistas de Europa del Este comenzaron a flaquear y la URSS, comandada por Mijaíl Gorbachov, los dejó actuar sin impedirlo y fue entonces cuando comenzó la Perestroika, la apertura y quiebre del bloque de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
El mismo 9 de noviembre de 1989, antes de que los alemanes comenzaran a destrozar el Muro de Berlín, un funcionario de alta jerarquía en la RDA titubeó cuando se le preguntó por la fecha de entrada en vigor de los nuevos derechos de circulación para los alemanes del Este. "Que yo sepa, inmediatamente", balbuceó ante los periodistas.
Y en medio de la confusión y la permisividad, miles de berlineses orientales corrieron hacia los puestos de control del Muro para cruzarlo. Los guardias soviéticos, sin tener órdenes precisas al respecto, terminaron guardando los perros y levantando las barreras.
Durante la noche, los berlineses eufóricos celebraron el acontecimiento montados al muro, en imágenes que recorrieron el mundo entero. Luego de recuperar algo más que el derecho de circulación por su propio país, miles de brazos comenzaron a romperlo con picos, cinceles, martillos y todo lo que encontraran a mano.
La gesta de traerlo a Argentina
La mayoría de las piezas del Muro se repartieron por muchos países, dado su indudable valor histórico y social. Más de 40 naciones tienen bloques y trozos del muro alemán.
En Argentina hay un fragmento del Muro de Berlín en la Cancillería Argentina, obsequiado por el Gobierno alemán cuando se cumplieron diez años de la Caída del Muro de Berlín, el 9 de noviembre de 1999. Tal como explica la placa que acompaña la exhibición de la pieza, “el fragmento pone de manifiesto la amistad entre la República Federal de Alemania y la República Argentina".
Con todo, Buenos Aires tiene uno de los bloques más extensos y mejor conservados del muro de Berlín, en el barrio porteño de Barracas, y se encuentra dentro del edificio de Editorial Perfil, en California 2715.
La idea de traer a la Argentina esa parte del pasado y de la historia alemana fue iniciativa de Jorge Fontevecchia, Ceo de Perfil Network.
“En aquella época, la editorial estaba a punto de lanzar la revista Noticias. Pensamos que la caída del muro era un hecho de mucha relevancia para la libertad de expresión. Me pareció importante traer una parte del Muro de Berlín a la Argentina como símbolo, y llamé al embajador de Alemania Oriental para preguntarle si era posible”, recordó Jorge Fontevecchia, en el año 2019, cuando se cumplieron tres décadas de la Caída del Muro en Alemania y Editorial Perfil abrió sus puertas para que ese pedazo de la historia triste de Europa que, a pesar de todo terminó bien, pudiera conocerse.
El Ceo de Perfil Network contó también que, una semana más tarde, recibió una llamada telefónica del embajador de Alemania en el país, quien le dijo que no estaban entregando partes del muro pero que podían hacer una excepción a cambio de que construyeran una escuela en Alemania, algo que en ese momento costaba US$ 10 mil.
El traslado del Muro desde Berlín hasta Buenos Aires, sin embargo, costó mucho más que esa cifra. Y la sorpresa fue que Alemania envió a Jorge Fontevecchia, junto con el bloque del Muro, un coche Trabant de regalo, que también se exhibe en el predio de la Editorial Perfil de Barracas.
Traer 20 metros del muro a la Argentina, en barco, fue titánico: demandó 500 días y el trabajo de 100 personas. Cuando llegó, una parte del muro fue destruida por orden de Fontevecchia para que los pequeños trocitos de concreto –en bolsitas de plástico y con certificado de autenticidad ante escribano- fueron distribuidos entre los lectores de la Revista Noticias.
Cuando se cumplieron 30 años de la Caída del Muro de Berlín, el artista plástico argentino, Pablo Temes, director de Arte de Editorial Perfil, intervino artísticamente un bloque del Muro en la explanada del Teatro Colón de Buenos Aires, a la vista de los transeúntes. Ese gesto fue parte de la conmemoración de los 30 años de la aparición de Noticias, la revista política de habla hispana más vendida de Latinoamérica.
Cada año, el 9 de noviembre, miles de sobrevivientes de las dos Alemanias visitan la East Side Gallery de Berlín para ver el fragmento más grande que queda de ese símbolo negro, cerca de 1.300 metros de bloque intervenido por artistas de todas partes del mundo.