SOCIEDAD

Autos, viajes y negocios: cómo vivían los narcos colombianos

Paraban en tres countries de Tigre y se reunían en un templo evangélico de Pacheco.

El doctor. La casa de la familia Yepez (izq.), también vinculada a la banda.
| Cedoc Perfil

No fue necesaria la fuerza. No hubo puertas destrozadas a patadas. Ni gritos. Menos que menos disparos. El allanamiento realizado esta semana en una casa del exclusivo country “Nordelta” no sorprendió ni siquiera a los vecinos, quienes se han acostumbrado a convivir con el fantasma del “residente narco” rondando por el barrio.

Natalia Arias Celi (38) estaba con su esposo, el supuesto empresario colombiano Jesús Antonio Yepez Gaviria (47) cuando arribó una comitiva policial encabezada por la Delegación de Drogas Ilícitas de Lomas de Zamora. Tenían una orden de allanamiento y dos pedidos de detención. En ese momento, los dos hijos de la pareja se encontraban cursando en distintas escuelas de Nordelta y tuvieron que ser retirados por su madre antes de lo previsto. Lo particular del caso es que la mujer llegó hasta los colegios acompañada por los mismos policías que habían allanado su domicilio.

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La familia Yepez vivía una vida de lujo en una casa que no sobresalía del resto. Tenían cocinera, niñera, mucama y hasta un empleado de mantenimiento. Según fuentes consultadas por PERFIL, Yepez Gaviría sería uno de los principales engranajes de la organización de narcos colombianos que triangulaba envíos de droga al exterior. Tanto él como su mujer estaban en contacto permanente con otra familia del mismo origen y antecedentes por narcotráfico en Estados Unidos: Los Grajales.

John Eduard Martínez Grajales, de 38 años, sería el cabecilla de la otra célula familiar. Apodado “El Doctor” por sus conocimientos de medicina, vivía con su hermano Fabián Andres -también detenido-, y su madre en una lujosa casa del country “Santa Catalina”, aunque frecuentaba “Nordelta”. Allí, por ejemplo, realizaba su rutina de “Crosffit”, un programa de entrenamiento similar al que utilizan los equipos de élite de las fuerzas policiales y militares norteamericanas.

“El Doctor” tenía un perfil más excéntrico que el resto de los implicados. Cuentan que viajaba seguido a los principales centros turísticos invernales, donde esquiaba y practicaba snowboard. También solía pasar varias semanas del otro lado del Río de la Plata. Punta del Este era otro destino regular de los Grajales, donde se presume que habrían realizado distintas inversiones.
Los coches que utilizaba “El Doctor” para moverse estaban a nombre de su mamá, Mariela Gómez Grajales. Tenía un garaje variado y costoso: un Audi A4, un Peugeot 408 y hasta un BMW Serie 5 valuado en 600 mil pesos.

Según los investigadores, los ocho colombianos que fueron detenidos esta semana coordinaban los envíos pero “no veían un gramo de la droga”. Lo que se sospecha es que eran los encargados de desviar y administrar los ingresos en Argentina de al menos dos carteles de droga de Colombia: “Los Urabeños “y “Los Machos”, establecidos en el Valle de Cauca, donde casualmente la familia Grajales posee un reconocido viñedo.

De acuerdo con las fuentes, las reuniones en el país se llevaban a cabo en una iglesia evangélica ubicada sobre la calle Groussac al 2700, en la localidad de General Pacheco, en el partido de Tigre.

David Andrés Acevedo Muñoz oficiaba como pastor del templo que funcionaba como tal, con horarios de misa y reuniones semanales. Los investigadores pudieron determinar el lugar a partir de las escuchas telefónicas que fueron incorporadas en la causa. Los voceros dijeron que ellos nunca hablaban de cuestiones religiosas por teléfono: “Decían nos encontramos en la reunión, esa era la palabra clave”, explica un jefe policial consultado por este diario.

Según las fuentes, los colombianos habían encontrado un lugar seguro para definir la estrategia en los negocios narcos. De hecho, tenían pensado comprar una casa para montar una nueva iglesia. “Habían realizado distintas averiguaciones en la zona”, asegura otra fuente que participa de la investigación.  A los detectives les llamó la atención que los colombianos buscaran un lugar donde pudieran tener un depósito en el primer piso. Lo que creen es que buscaban un lugar seguro para almacenar la droga antes de enviarla al exterior.