Desde Villa Cura Brochero
Un decreto del papa Francisco inscribió el nombre de José Gabriel del Rosario Brochero en el libro de beatos de la Iglesia Católica. Pero el “cura gaucho” y el primer papa latinoamericano no sólo tienen en común la nacionalidad argentina: así como el arzobispo Jorge Bergoglio tomaba el subte o el colectivo y recorría villas, en el siglo XIX Brochero visitaba a los serranos de los caseríos más apartados a lomo de mula.
“Brochero no se quedó en la sacristía a peinar ovejas”, señaló Francisco desde Roma, en un mensaje personal que generó sonrisas en los más de 150 mil peregrinos que participaron ayer de la misa de beatificación del cura Brochero en la villa homónima.
Uno de los ejes del pontificado de Jorge Bergoglio es su llamado a que la Iglesia deje de ser autorreferencial y vaya al encuentro de los pobres, de los enfermos, de los marginados.
“Brochero es un beato que tiene actualidad. Fue un pionero al salir a la periferia geográfica y espiritual de su tiempo”, describió Francisco en la carta leída al final de la multitudinaria ceremonia por el presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, monseñor José María Arancedo.
Francisco insistió en el perfil abnegado y caritativo del primer sacerdote argentino que llega a los altares. Brochero trazó caminos y levantó escuelas, diques, acueductos, oficinas de correo y vías de ferrocarril para sacar de la postración a la región de Traslasierra. “Se desgastó con su mula y acabó enfermo de lepra a fuerza de salir a buscar a la gente. Fue un callejero de la fe”, dijo.
Oveja. “Pastor con olor a oveja”, dice la inscripción que lleva la enorme campana que el Papa enviará como regalo por la beatificación a la diócesis de Cruz del Eje, y que será puesta en el futuro santuario en honor a Brochero. Y es también el título del libro de reciente aparición escrito por el obispo de esa diócesis, monseñor Santiago Olivera, en el que traza paralelismos entre el sacerdote cordobés y Francisco. “Tienen en común su concepción de la evangelización, que pasa por ayudar a las personas a que tengan un encuentro personal con Jesús. También está el tema de las periferias: Brochero no tenía problemas en acercarse al hogar de un hombre apartado, de un bandido, no era un hombre de sacristía. Y Francisco tampoco lo es”, señala quien además encuentra otras semejanzas. “A Francisco, con sus giros y expresiones, todo se le entiende. Brochero tuvo la inteligencia de adaptarse al lenguaje de los serranos para poder llegar más. Para él era normal tomar mate y pasar tiempo con la gente, y a Francisco se lo ve con su valijita subiendo al avión, se percibe la pobreza, la sencillez, la austeridad, yo los veo muy cercanos a los dos”.
Fiesta. Miles de peregrinos pasaron la fría noche a la intemperie en el predio de 11 hectáreas del Cristo Blanco, ubicado a 700 metros de la plaza principal de Villa Cura Brochero. La vigilia incluyó música, oración, videos y la participación especial de Doña Jovita, un personaje tan autóctono como la peperina. Ya instaladas las autoridades –entre las que se contó el presidente de la Cámara de Diputados de la Nación, Julián Domínguez, en representación de la presidenta Kirchner–, y el gobernador de Córdoba, José Manuel de la Sota, dio comienzo la misa presidida por el cardenal Angelo Amato, representante del Papa. El momento más emotivo ocurrió a las 10.27, cuando tras la lectura del decreto por parte de Amato se descubrió en el escenario una gigantografía del beato. La multitud estalló en un aplauso y respondió con entusiasmo a la arenga de “¡Viva Brochero!”. Minutos antes, Nicolás, el chico de 13 años que cuando era bebé se salvó de un grave accidente de tránsito por la intercesión de Brochero –el milagro que determinó la Iglesia–, había acercado al altar junto a sus padres las reliquias del beato. La misa culminó con el desfile de una centena de jinetes de distintas agrupaciones.