Mientras escribo estas líneas, desde una estación de servicio, observo los camiones pasar a toda velocidad por Av. Nazca y Lazcano, mientras los semáforos siguen sin funcionar. Nazca, en Capital Federal, es vía para el tránsito pesado, por lo que el peligro es doble, sobre todo para los niños no vistos desde los camiones.
Manzanas enteras de Villa del Parque, así cómo Devoto, Monte Castro, Versalles, Santa Rita y parte de Floresta, siguen a oscuras.
Mal dormido, usando baldes para el aseo familiar, ante la falta de agua y luego de tirar toda la comida; pareciera que sólo nos queda “agradecer” (entre comillas) no haber fallecido como nuestros hermanos platenses y porteños, o no haberlo perdido todo.
La sensación de vejación por parte de la empresa proveedora de energía, Edesur, y por parte de las autoridades elegidas para representarnos (y a las que además, les abonamos), es indescriptible. No hay excusas: el macrismo gobierna la Capital Federal hace casi 6 años, y el kirchnerismo el país hace 10.
No alcanzan los gestos y las ayudas del “día después”. Bienvenida sean; pero no alcanzan por parte de quienes hace tanto usufructúan el poder. Es cómo aquel abuelo al que nadie va a visitar, y todos después lloran en el cementerio. Simplemente no alcanza.
Sólo reconforta un poco saber que han sido los primeros cinco días finales de una forma de hacer política y de una corporación gobernante, que por derecha o izquierda, se comporta demasiado parecido.
En 15 años de catequista Villero he visto degradarse al éjido social paulatinamente, y con la sola excepción del momento de estallido del 2001, realidades cómo la pobreza e indigencia, la corrupción, los negociados, la soberbia, etc., superan incluso al menemismo. Pero se acabó.
Es la hora de meterse a lo político de la cosa pública, ya no tan solo desde lo social. Aunque el mismo poder político/ económico, el siempre inefable “anti pueblo” no lo quiera. El Padre Mugica y Don Arturo Ilia, son de los ejemplos a seguir.
La dignidad no se negocia. Y a los que quieren mancillarla una y otra vez, nuestro mensaje es siempre el mismo: no pasarán. Tardaremos. Uno, 5 o 10 años. Pero juntos, finalmente vamos a ganar. Estamos todos invitados a meternos en el barro, y lograrlo.