Idalina tiene 19 años, es alta y espigada, tiene ojos negros brillosos, boca carnosa y un fleco que le cae sobre la frente ancha. Vive en la Villa 21, en Barracas, y está cursando el primer año de abogacía en la UCA, en pleno Puerto Madero. Un choque cultural que en las aulas de la facultad a ella la intimida un poco, aunque dice que sabe cuáles son sus objetivos y que lo que digan sus compañeros acerca de los que viven en la villa no le importa tanto.
Cuenta que toda su vida soñó con estudiar, con terminar el secundario y la Universidad. Y dice que eligió abogacía porque en la secundaria una profesora le enseñó sobre derechos humanos, y a ella la conmovió. Pero además, quiere tener herramientas para ejercer derecho laboral y enseñarle a su papá, a su hermano mayor y a sus tíos a defenderse en su trabajo, donde se desempeñan como albañiles, en negro.
"Muchas veces se aprovechan porque ellos no saben, están en negro, no les pagan... Y eso me hace dar ganas a mí de enseñarles, de decirles no permitas esto porque es tu derecho", cuenta la joven, que nació en Paraguay, pero que desde hace tres años vive en el país junto a sus padres y sus seis hermanos, luego de que su padre decidiera probar suerte en la Argentina.
Cuando llegó al país, poco antes de mitad de año, sin los trámites todavía necesarios para poder completar el ciclo lectivo en la Argentina, se largó a llorar. "Yo no quería perder la escuela, no quería que me pasara como a mi hermano mayor que por culpa de eso tuvo que dejar de estudiar". Entonces su mamá, que trabaja como empleada doméstica, viajó a Paraguay para apurarle los trámites y se acercó a Uniendo Caminos, una ONG que funciona en la villa, que busca acompañar a los jóvenes del barrio para que terminen el secundario o desarrollen proyectos personales.
Por eso pudo continuar sus estudios ese mismo año, en una escuela de Avellaneda. Y luego, gracias al acompañamiento que recibió de esa organización civil, que funciona en un comedor comunitario de la villa, consiguió la beca para estudiar en la UCA, donde cursa todos los días de 14.30 a 18.30. En sus ratos libres, estudia, y tres veces por semana también trabaja como empleada doméstica, "para que nadie pueda decir que es una mantenida", asegura.
Como ella, otra joven del barrio consiguió una beca para estudiar en la Universidad Católica. Se trata de María Luz, de 18 años, que estudia Ciencias Políticas. Igual que Idalina, hizo el curso de ingreso este año, lo aprobó, y actualmente está cursando el segundo cuatrimestre. "Todo el año estuvo trabajando con una tutora, María, que es Licenciada en Ciencias Políticas de la UCA y que la acompaña en relación a los contenidos más específicos de las materias, y en todo lo relacionado al paso por la universidad", cuenta Valeria Castrogiovanni, coordinadora de Uniendo Caminos. Y relata que también están buscando algún voluntario o voluntaria, que haya estudiado Derecho en la UCA, para que Idalina también tenga su tutor o tutora personal.
Mariela, en cambio, empezó este año el CBC para estudiar Ciencias Económicas en la UBA, aunque a veces se le complican los horarios menos organizados de la universidad pública con el de su trabajo. Otra de las realidades que influyen en la posibilidad de que muchos jóvenes terminen o no sus estudios.
Las tres siguieron su camino universitario con el apoyo de Uniendo Caminos, una organización civil que trabaja en la Villa 21-24, ubicada en el barrio porteño de Barracas, entre el Riachuelo y el estadio de Huracán. Un barrio comprendido por 65 manzanas, donde viven unos 60.000 habitantes (aproximadamente 11.500 familias, la mayoría paraguayas), y donde la desocupación alcanza el 50%.
(*) De la redacción de Perfil.com