Desde antes de las fiestas, su mansión del barrio cerrado Los Médanos, en Necochea, se convirtió en su refugio. No volvió a su casa porteña de Barrio Parque y teme enfrentarse a eso que sus amigos funcionarios le contaron entre risas: el escrache. Trata de salir de la mansión lo menos posible. Y cuando lo hace, se camufla en una vieja camioneta o en su helicóptero, para evitar las miradas que piden explicaciones.
Dicen que Claudio Cirigliano, amigo de poderosos y dueño de un holding familiar ligado al transporte, pasó el verano devastado, sobre todo después de que esta semana se conociera la elevación a juicio oral de la causa que lo investiga por la tragedia de Once junto a a funcionarios K.
Mientras miles de familiares se manifestaban el viernes en Plaza de Mayo para recordar las víctimas de la masacre, Julio Macera estaba de vacaciones en Necochea. Vio la casa de Claudio Cirigliano –la reconoció por una nota de PERFIL– y con su mujer decidieron replicar la protesta frente a su mansión.
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