Crisis financiera global, caída en las bolsas, la suba del dólar, pánico en las empresas y, por si fuera poco, de un día para el otro, te echan del trabajo. Más allá del obvio problema económico, quedarse sin trabajo implica otras cuestiones, que incluso pueden afectar psicológicamente al despedido. Y no es para menos, sobre todo si se tiene en cuenta que las personas pasan el 75% de su tiempo de vigilia trabajando o realizando gestiones relacionadas con el trabajo.
Así lo aseguran los especialistas consultados por Perfil.com, que explican qué consecuencias psicológicas pueden traer los despidos y dan una serie de consejos acerca de cómo sobrellevar esta situación.
“Sostenemos nuestros trabajos, y a su vez esta actividad nos sostiene y nos da identidad, por eso decimos ‘soy plomero’ o ‘soy maestra’”, explica Perla Pilewski, psicoanalista egresada de APA y especialista en Prevención Comunitaria. Además, según destaca, el trabajo forma parte del “intercambio económico, social, cultural y afectivo” de las personas. “Cuando el trabajar se interrumpe, entonces, no sólo se ve afectado el ingreso económico, sino que se tambalea la estructura familiar en su dinámica emocional”, agrega la especialista.
En esto coincide el sociólogo Gustavo Aquino, miembro de la comisión directiva de la consultora Schein y de la Asociación de Recursos Humanos de la Argentina (ADRHA). “Los despidos requieren de la elaboración de un duelo, porque significan un cambio significativo en la vida de las personas. Ese duelo es más o menos representativo de acuerdo con la intensidad del vínculo que tenía esa persona con ese trabajo”, especifica. Y detalla que, por esa razón, los jóvenes despedidos suelen tener un proceso de duelo menos prolongado que las personas de edades avanzadas, ya que su vínculo laboral “suele ser menos intenso”.
También hay diferencias entre los hombres y las mujeres despedidos, explican los especialistas, que aseguran que los hombres se ven más afectados cuando son despedidos. “Para el hombre suele ser una catástrofe, porque hacen de su trabajo casi su propia identidad. En cambio la mujer suele ser más objetiva”, recalca Aquino. Y Pilewski agrega que, mientras la mujer continúa con otras ocupaciones, aunque no sean rentadas, el varón padece más el despido porque “tiende a medir el valor de su persona de acuerdo al prestigio-dinero que su actividad laboral le otorgaba”.
Lo peligroso de estos duelos es que provoquen tanta depresión que impida la posibilidad de volver a empezar. “Enojo, enajenación, desasosiego, desamparo y hasta desesperación son sentimientos que pueden aparecer en esta circunstancia. Algunos, incluso, suelen sentirse en falta y tratan de ‘ayudar’ a la pareja en las tareas, sin que el otro lo necesite, ya que hasta el momento del despido, esas tareas ya estaban resueltas. Otros silenciosamente se encierran culpabilizándose por lo que pasó”, explica Pilewski.
Los especialistas aclaran que el mejor consejo es hacer un trabajo de la búsqueda de un nuevo trabajo. “Ponerse horarios fijos por día para la búsqueda, ya sea por bolsas de trabajo, diarios o contactos personales”, señala Aquino. Y destaca que esta época es, precisamente, la más recomendada para las búsquedas. “Sobre todo para llamar a contactos: enero y febrero son los meses en que las personas están más relajadas para atendernos, escucharnos; y los que no están en enero porque se fueron de vacaciones están en febrero”, agrega el sociólogo especialista en Recursos Humanos.
Pilewski, por su parte, aconseja: “una vez sobrepuestos de la rabia y la tristeza, hay que animarse a pensar en otras posibilidades que quizás no se reconocían mientras se realizaba el trabajo anterior. Es un momento para ejercitar la flexibilidad en el desempeño de los roles, y la creatividad en la búsqueda de alternativas”.
(*) redactora de Perfil.com