SOCIEDAD
Noche de paz, noche de amor, noche de misterios

Conjuros de las mujeres para curar el mal de ojo

Los conjuros se transmiten, por lo general, de madres a hijas. El ritual comienza en el momento en el que suenan las 12 campanadas que dan paso al 25 de diciembre. Conozca todos los pasos del increíble procedimiento. Galería de fotos

1223maldeojo468
| AFP

Corte, Francia.- La Nochebuena en la isla francesa de Córcega no es solamente una cita tradicional cristiana, sino la ocasión mucho más discreta de transmitir -a menudo de madres a hijas- los conjuros secretos contra el "ochju", o mal de ojo.

Las participantes en este rito, mezcla de fe cristiana y magia blanca, son normalmente las mujeres, llamadas " signatori", que comienzan las plegarias por la "signatora" o portadora del mal de ojo en el momento en el que suenan las 12 campanadas que marcan el paso del 24 al 25 de diciembre.

En cualquier otro momento del año, esas palabras mágicas carecerían de cualquier poder. Pero esa noche, las mujeres se sienten aliviadas al considerarse liberadas del mal de ojo al que achacan los dolores de cabeza sin explicación o una racha de mala suerte.

El ritual se prepara colocando sobre una mesa un plato lleno de agua, un vaso con aceite y una vela encendida. Madre e hija presentan luego a una familiar que sufre mal de ojo de alguna persona envidiosa o celosa. Se vierten unas gotas de aceite sobre el plato para materializar el "ochju" en el agua. A la luz de la vela, cantan salmos, sin apenas abrir los labios, hasta que las gotas de aceite se convierten en decenas de gotas más pequeñas.

Entonces el mal de ojo se volatiliza y con él el mal que soportaba la persona afectada. Cuanto más fuerte es la envidia o los celos que provocan el mal de ojo, más cuesta en hacerlo desaparecer.

En casos extremos, varias "signatori" deben relevarse hasta durante tres días para erradicar totalmente la maldición, según cuenta Rosanna Cesari, una pastora de 47 años de la región de Corte (Alta Córcega) que aprendió el rito de su madre.

En esos casos y como prueba del esfuerzo, la "signatora" se ve obligada a sentarse para dar largos bostezos con los que expulsar el mal que acaba de purgar.

"Es un acto de fe que no exige ninguna remuneración, ningún regalo. Nuestro objetivo es siempre hacer el bien, simplemente eso"
, explicó Rosanna Cesari. La creencia en el "ochju" perdura desde hace siglos en Córcega, principalmente en las zonas rurales de la isla.