En Pretoria no hay hincha argentino que no los conozca. Él es fanático de Talleres y ella, su esposa hace nueve años, ferviente simpatizante de Belgrano. Ambos son cordobeses y decidieron que irían al Mundial de Sudáfrica 2010 sólo si podían convertir el viaje en una aventura. Compraron los pasajes, entradas para los partidos y volaron a Johannesburgo, con la idea de encontrar una alojamiento cerca de la concentración Argentina.
Y lo consiguieron: desde que llegaron al continente africano están durmiendo en un auto alquilado que estacionan frente al portón del High Performance Center, el bunker de Maradona y sus 23 jugadores. "Llegamos el 3 de junio y nos estamos quedando acá en el auto por lo menos estas dos primeras noches, este lugar es muy tranquilo", cuenta a Perfil.com Sebastián, con la tonada cordobesa bien marcada y una sonrisa indeleble.
Apenas bajaron del avión buscaron hoteles, pero los precios eran muy altos así que decidieron que su pequeño auto iba a convertirse, durante el próximo mes, en su hogar, dulce hogar. " Estaba todo muy caro, entonces decimos quedarnos acá en el auto como para hacer más gasolera la vuelta".
Marisa está sentada en el asiento del acompañante, que en Sudáfrica es el izquierdo, con un mate en la mano y la misma alegría que su marido. "Esto es todo una aventura, sinceramente, eso es lo que estoy viviendo", dice. El reducido tamaño del Hunday no le molesta: "Yo no tengo problema de dormir en el auto porque soy muy chiquita, el problema es mi marido", agrega señalando a Sebastián, que mide más de 1,80 mts.
El hermetismo en el predio argentino, donde reina el silencio, no les molesta. Ver a diario a los jugadores a los lejos, casi con el tamaño de un playmovil, tampoco los amarga. Ellos la están pasando "perfecto" y afirman que "sería un orgullo verlo al rey", en referencia a Maradona, el DT de la Selección.
Cuando Perfil.com habló con la pareja todavía el seleccionado no había abierto las puertas del entrenamiento, hecho que ocurrió ayer, domingo 6, por la tarde. Hasta entonces, Sebastián y Marisa aguardaban ese momento como nadie: "Dormimos en la puerta, vamos a ver si tienen compasión con nosotros y nos dejan entrar", se esperanzaba la hincha pirata. La espera no fue en vano.
Al final, con las energías renovadas porque se habían ido a bañar a la casa de los corresponsales de un medio cordobés, lo que les permitió ahorrar los Rands que iban a gastar en un hostel, los vecinos cordobeses del equipo argentino ingresaron a la tribuna y vibraron con las gambetas de Tévez y las paredes entre Messi y Milito. Para ellos fue un sueño cumplido de esta aventura rodante que recién empieza.
(*) de la redacción de Perfil.com, enviado especial a Sudáfrica.
