La decisión de las carteras educativas de mayor gravitación en el país de fijar en forma independiente sus cronogramas de clases, recesos y finales de los ciclos lectivos, concitó en los últimos años numerosos choques entre sectores y revuelos algo orquestados.
Por un lado, la decisión de las jurisdicciones como la provincia de Buenos Aires y la Ciudad -que tienen bajo su órbita escuelas, docentes y alumnos a diferencia de la cartera educativa nacional- de iniciar las clases el primer lunes de marzo, en lugar de ser aplaudido desató algunas poco espontáneas polémicas. Una de las aristas del tironeo por el adelantamiento de los inicios de clases estuvo a cargo de los empresarios del turismo, quienes manifestaron el "perjuicio" que les representaba a la temporada de verano que las clases no iniciaran luego del 10 de marzo, como habitualmente sucedía.
Es más, la intención de otorgar una semana más de clases a los chicos, partió no sólo de ver los magros resultados en el aprendizaje y la necesidad de reforzar la enseñanza de lengua y matemáticas, sino también de observar que países con calidad educativa, como Alemania superaban los 250 días de clases.
Más allá de evaluar si cantidad significa calidad, la decisión de los ministros de Educación del país de fijar en los últimos ocho años en forma independiente sus calendarios, puso en la superficie también el peso e incidencia que tuvieron los empresarios en otras épocas.
También desenmascaró el innecesario protagonismo mediático de una medida que iba a beneficiar a la mayoría de las familias y a sus hijos, teniendo en cuenta como dijeron en ese entonces los funcionarios bonaerenses, que "los chicos pobres lamentablemente no se van de vacaciones". Asimismo vale recordar que existe una ley que fija los 180 días de clases, que en su momento proyectó el ex ministro de Educación nacional y ex rector de la Universidad Nacional de Córdoba Hugo Juri, y que no tuvo recepción para su tratamiento en el Parlamento durante el gobierno de la Alianza y que en la gestión de Néstor Kirchner finalmente vio la luz como norma.
Sin embargo, por diversos motivos, imponderables, como fenómenos climáticos pero principalmente las incesantes huelgas docentes, desde su sanción esta norma fue cumplida solo por la mitad de las jurisdicciones, según admitió el ministro de Educación Juan Carlos Tedesco, al asumir.
Precisamente Tedesco es partidario de lograr una jornada diaria de 6 horas de clases en las escuelas primarias, como un reaseguro por un lado de que los chicos estarán ocupados y contenidos, y por otro que se podrán reforzar los costados débiles del aprendizaje.
También por estos días ocupó mucho espacio la iniciativa del ministro de Educación porteño Mariano Narodowski de desdoblar en tres meses diferentes -otoño, invierno y primavera- las vacaciones del ciclo lectivo (invernales), que plantea que el descanso es más efectivo de ese modo y ya se instauró en algunos países europeos. Más allá de los beneficios, habría que analizar su compatibilidad con los cronogramas que fije la provincia de Buenos Aires, ya que muchos docentes viven en una de las jurisdicciones y trabajan en la otra, o también sus hijos, lo que ocasionaría descansos a destiempo.
En resumen, la educación como suele decir Tedesco es una estructura "rígida y poco permeable a los cambios" y habrá que esperar precisamente que en la sociedad se alejen primero las sospechas que trae cada cambio y aceptar que tal vez en esta oportunidad no se esté buscando el perjuicio.