Ni los travestis ni los transexuales, a diferencia de los homosexuales no trans, pueden desear un hijo. Sí pueden tenerlo, pues la técnica y la ley se lo permite. Ese niño nacido no se convertirá nunca en un hijo por la condición perversa del travesti y por la condición psicótica del transexual. Para estos sujetos un niño nacido es siempre un objeto para su propia satisfacción; es una batalla ganada a la sociedad heterodominante y un triunfo del oportunismo político. Estos sujetos se sienten cuestionados por la sociedad y sin embargo, son farsantes pues viven siempre ocultando la realidad. Más artificial y forzada que estas condiciones sexuales no he podido advertir en la clínica psicoterapéutica de los últimos veinticinco años. Como psicólogo he podido comprobar que los hijos reciben una gran cantidad de “herencias” de parte de sus progenitores. Esas herencias dan lugar a la conformación de su personalidad y carácter y eso tiene que ver con la historia de los padres. Cuando un hijo recibe como herencia alguna alteración asociada a la reproducción biológica, al acto sexual y/o al parentesco social, tal como la que ofrece la condición trans, no sale nunca ileso de esa situación y en muchos casos con graves psicopatologías.
*Psicólogo UBA, autor de Las trampas de la diversidad sexual (Planeta), de próxima aparición.