Hace 80 años nacía el líder revolucionario Ernesto Che Guevara que tiempo después se convertiría en un mito odiadio y amado de la misma forma. Mientras en Rosario, su ciudad natal, se realiza el acto central en su homenaje, el escritor Juan José Sebreli y el historiador Pacho O'Donnell intentan explicar las claves por las que el mito continúan más vigente que nunca.
Sebreli asegura que el Che era un revolucionario que encarna la llamada “ética de la convicción”, con un sentido trágico de la vida, que no sentía ningún aprecio por la política (al contrario de Fidel Castro) y que terminó sin ningún lugar en el mundo, traicionado por los campesinos bolivianos a los que pensaba liberar
Dice también que Guevara tenía, desde la juventud temprana, la necesidad de abandonar la casa de familia, la ciudad, el país natal, para irse por los caminos a recorrer el mundo. En una carta juvenil a su madre escribía premonitoriamente: “Africa por las aventuras y después se acabó el mundo”.
O'Donnell se ocupa de refutar las críticas al Che de Alvaro Vargas Llosa. “El problema de quienes piensan como Varguitas no está en las remeras sino en las pancartas con la imagen de Guevara que hoy sobrevuelan las manifestaciones de protesta contra la arbitrariedad del poder en Perú, en Polonia, en Singapur, en todos los continentes”, señala.
El historiador indica que Guevara fue también un teórico de fuste que no ahorró cuestionamientos. Por eso, como me comentó uno de sus hermanos, hay quienes se obstinan en recordar al Che sólo como el Guerrillero Heroico.
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