Y el hijo del inmigrante, educado en uno de los colegios privados más prestigiosos de Buenos Aires, llegó a presidente. Mauricio Macri, primer mandatario argentino que habla inglés gracias a su paso por las aulas del Colegio Cardenal Newman, fue lo que vulgarmente se conoce como un “niño privilegiado”. O al menos así lo recordó la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner cuando, en medio de las idas y vueltas por el traspaso que no fue, habló de sus caprichos “de Barrio Parque”.
Los compañeros de Macri del Colegio Newman forman una cofradía en la que todos se protegen mutuamente. De hecho, quienes lo describen durante su adolescencia prefieren contar sólo que fue un alumno respetuoso aunque no muy dedicado, amante del fútbol desde chico –a pesar de que en el colegio practicaba rugby, deporte en el que no se destacaba mucho– y que luego demostró estima por la casa de estudios que los albergó. Los contactos que allí forjó integran, en muchos casos, su círculo íntimo y de confianza.
Fue en su infancia, iniciada en Tandil, su ciudad natal; también a través de su madre, Alicia Blanco Villegas; y luego en Buenos Aires, entre las aulas que el tradicional colegio de curas irlandeses tenía en el barrio porteño de Belgrano y el campo de deportes que esa institución conserva en el mismo lugar de la zona norte bonaerense, cuando comenzó a forjar algunas de sus amistades más profundas. Por ejemplo, con el empresario Nicolás Caputo, uno de los integrantes de su “círculo rojo” y a quien adjudicó contratos del Estado durante su gestión en la Ciudad.
Aunque la camada 76 del Newman mantiene un perfil bajo, lejano a los medios, uno de sus compañeros, que compartió con él la escuela primaria, recuerda aquellos años entre los brothers, rememora ese paso por las aulas compartidas. “Fui al Colegio Cardenal Newman con Mauricio y fue mi compañero de clase y de aula hasta sexto grado”, dice el músico Iván “Vane” Mihanovich. “Creo que ha demostrado sentir un cariño grande hacia el colegio donde hizo sus estudios de bachiller; de hecho, he compartido algunas comidas de su camada”, cuenta a PERFIL. “Y pude observar, en esas cenas, que también tiene un cariño hacia todos los que fuimos compañeros, aun en mi caso, que no estuve más que en los años de la primaria y no todo el secundario”, resalta. De hecho, en la cena de camaradería de la Asociación de Ex Alumnos de 1992, fue elegido como el Ex Alumno Destacado por su “rol emprendedor”.
Espíritu de grupo. En el libro La educación de los que influyen, de Luciana Vázquez (Sudamericana), el mismo Macri reconoce no haber sido un gran alumno ni tampoco un gran jugador de rugby, el deporte insignia del colegio. Pero señala un tema que desde chico hacía soñar a Mauricio: “A los 12 años dijo públicamente que quería ser presidente, pero no de la República sino de Boca”.
La disciplina de los brothers era dura, y quien más lo marcó fue, precisamente, aquel que según él no lo quería. “Hubo uno que me llevaba la contra. Mal. Siempre me maltrató y eso me puso a prueba. El brother Hays. Yo no le simpatizaba, entonces no me ponía en el equipo de rugby. Cuando lo tuve de profesor, también. Me exigía mucho más que a los demás. Son pruebas. Muchas veces, tanto el colegio como la facultad son una demostración de lo que es la vida, que no necesariamente es justa”, relató Macri en el libro.
Pero más allá de lo escolar, Mihanovich destaca otra herencia de esas épocas: “Me parece que el colegio, con sus premisas de fomentar el compañerismo, ayudó a que muchos de nosotros, tal vez todos, creamos en el trabajo de equipo por encima de las individualidades. Creo que eso lo hizo sortear prejuicios y trabas de todo tipo que le han puesto en el camino”, cierra Mihanovich. Y cumplió así con el sueño de un sacerdote, que un día expresó, como recuerda un ex alumno del Newman un poco mayor que Macri: “Algún día, de aquí va a salir un presidente”.