La tecnología avanza a pasos agigantados, y ni siquiera el sagrado diván del psicoanalista puede abstraerse del vértigo: ahora llegó la hora del ciberdiván. Por falta de tiempo, comodidad o moda, cada vez más gente hace terapia por teléfono o chatea con el analista, una metodología cuestionada por quienes creen que se trata de cierta fobia a la comunicación.
Algunos pacientes que viajan por trabajo tienen un pacto preciso con su analista es preciso: en un horario fijo una vez a la semana, lo llaman desde cualquier parte del mundo y le envía el dinero de sus honorarios por transferencia bancaria.
"La principal diferencia es que al no estar viéndolo a la cara puede ser más fácil hablar de algunos temas; el teléfono sería lo más parecido al diván", contó Jimena, una paciente de 28 años.
Pero también están los que se comunican con su terapeuta por mail o por chat. "Hay una realidad innegable: mucha gente trabaja diez horas por día y no tiene tiempo de ir al psicólogo. En cambio, quizá por su tipo de trabajo tiene una computadora y puede escribir lo que le pasa”, dice Diana Furtado, una de las pioneras en intentar, en 1997, ejercer su profesión a través de la red.
Los detractores del "ciberdiván" afirman que se pierde “la magia" del contacto personal entre analista y paciente, que se trata de una consecuencia de los cambios culturales, y de ciertas fobias a la comunicación.