Una impresora 3D, un monitor que muestra datos del clima y contaminación en distintas ciudades del mundo, computadoras último modelo, un plantel de veinte jóvenes profesionales, grandes mesas y coloridas sillas para co-work (trabajo en equipo), reuniones abiertas, mucha luz natural y un orden propio de un obsesivo compulsivo hacen sentir que se trata de una multinacional dedicada a la tecnología. Pero no. Es, aunque no lo parezca, sin pilas de expedientes ni empleados sin tareas, una dependencia pública del gobierno porteño. En los papeles dice que allí funciona la Dirección General de Innovación y Gobierno Abierto, pero en la práctica es el laboratorio donde nacen buena parte de las ideas que intentan revolucionar tecnológicamente la vida de los porteños.
La dirección comenzó a funcionar en 2011, con la creación del Ministerio de Modernización porteño. Y surgió con la idea de transformar los datos duros que manejan las diferentes oficinas gubernamentales en soluciones para el vecino. La idea de trabajo es invitar a funcionarios de diferentes áreas de gobierno para que compartan datos y discutan proyectos, siempre con el eje puesto en la innovación. De hecho, el lugar está pensado para que cualquier empleado del GCBA que lo desee pueda llevar su computadora y trabajar allí o armar una reunión en las comodidades del lab. “La gente del Ministerio de Ambiente y Espacio Público tenía una lista con los comercios que más residuos reciclables generaban. Nosotros tomamos esos datos, los ordenamos y armamos un mapa para organizar los recorridos de las cooperativas de cartoneros, con el objetivo de que su trabajo fuera más eficiente”, ejemplifica Rudi Borrmann la función de la dependencia que tiene a su cargo.
Como esa experiencia, hay otras. La dirección se encarga también de organizar los concursos de aplicaciones (de los que nacen buena parte de las apps para teléfonos móviles) y de organizar los hackatons (encuentros de programadores). Allí surgen ideas innovadoras que luego el laboratorio cristaliza y pone a prueba durante un determinado período. “A uno de los hackaton vinieron dos chicas concertistas de piano no videntes que querían desarrollar algo que les permitiera estudiar música –cuenta Borrmann–. Se pusieron a trabajar con un programador y a los dos días tenían desarrollado un prototipo que leía la nota musical y mediante un sistema de voz decía qué nota era. Las chicas lloraban de alegría”, recuerda Borrmann.
Los labs en administraciones públicas son una tendencia a nivel mundial. En las ciudades más desarrolladas el impulso viene de años atrás. Y en América, el tema está en pleno auge: el Distrito Federal de México ya tiene el propio, Michelle Bachelet anunció en mayo la creación de uno a nivel nacional en Chile, en Panamá funciona desde 2013 el LabCid y Colombia comenzó este año su proyecto de Innovación Digital Archivística. También lo están implementando algunas universidades, e incluso el FBI publicó recientemente información relacionada con las quejas de los habitantes por contraindicaciones de medicamentos desde 2003. “En distintas reuniones de smartcities vimos que era necesario ir en esa dirección y pusimos mucho énfasis en nuestro propio proyecto. La idea es formalizar las buenas ideas en productos tanto para uso interno del Gobierno como para el ciudadano”, explica Andrés Ibarra, ministro de Modernización porteño.
El laboratorio trabaja actualmente en dos proyectos. Ha comenzado a medir los flujos de tránsito en los ingresos a la Ciudad y en poco tiempo instalarán en Microcentro sensores para medir niveles de ruido, humedad y contaminación, entre otros valores. El desafío es poder representarlos y proporcionárselos al vecino en tiempo real.
Los otros proyectos
La constante generación de ideas cristalizó otros proyectos en los que el laboratorio participó activamente, ya sea por haberlas desarrollado o por haber surgido en los concursos de aplicaciones o en los hackatons.
Una de las más destacadas tiene que ver con el reciclado de residuos. Un grupo de chicos inventó Tacho Piola, un cesto de basura inteligente. En su interior contiene un lector que otorga puntos por cada envase reciclable que se descarta. La idea está en pleno análisis y en el lab esperan poder ponerla en práctica en puntos estratégicos de la ciudad.
En otro hackaton surgió la idea de cruzar los llamados al 147 por falta de contenedores en los barrios. Con esos datos se confeccionó un mapa de calor que muestra las zonas más conflictivas en cuanto al problema de la basura.
Ya se llevan realizados tres hackatons y dos concursos de aplicaciones. De estas últimas nacieron buena parte de las apps del GCBA. Los dueños de aquellos proyectos que resulten ganadores reciben premios por parte del Gobierno.