Hubo un tiempo en que Pinamar terminaba en la zona conocida como La Frontera. Pero desde hace siete años el paisaje de la costa se extendió unos 2000 metros hacia el norte con la llegada de El más allá, el parador al que se puede ingresar solamente en 4x4 y cuatriciclos. Los que se acercan con autos particulares deben estacionarlos donde finaliza la avenida del Libertador y acceder a pie.
La primera imagen que uno se encuentra es la de las camionetas bajando la presión de los neumáticos en un puesto montado especialmente por Bridgestone. Más de un inexperto se queda empantanado en su afán de acelerar en la arena sin tomar las precauciones mínimas.
Se calcula que entre 500 y 700 vehículos ingresan por día. La mayoría llega cerca del mediodía equipado con todo lo necesario para quedarse hasta el atardecer: conservadora, equipo de mate, carpa, heladerita, reposera, sombrilla son algunos de los elementos infaltables.
Y para los que no arriban tan equipados, una opción inmejorable es ir a refugiarse al bar del parador. Allí se puede desayunar, almorzar y cenar con una privilegiada doble vista: de un lado el mar; del otro, motos, cuatriciclos y 4x4 trepan las dunas a toda velocidad.
Las camionetas estacionan una al lado de la otra, algunas miran hacia el mar, otras le dan la espalda. El paisaje del lugar se completa con hamacas paraguayas, palmeras y sombrillas de paja que intentan brindar sombra y un poco de reparo al fuerte viento que sopla de forma incesante.
Para los amantes de los deportes de aventura éste también es el lugar ideal: Las enormes extensiones de arena son el escenario propicio para la práctica del sandboard, el kitesurf, las travesías en 4x4, cuatriciclos y hasta las cabalgatas.
El viento sopla fuerte, pero la gente recién se va con los últimos rayos de sol. Cada uno en su actividad intenta disfrutar al máximo de este alejado lugar que combina a la perfección naturaleza y aventura. El Más allá existe. Sólo es cuestión de llegar. Y tener con qué.
(*) especial para Perfil.com