Emblema porteño, símbolo eterno de sonrisas infantiles, el Zoológico de Buenos Aires festeja hoy sus 120 años de vida. Habrá múltiples actividades y el Museo de Arte Infantil del zoo se sumará al agasajo con la entrega de premios del III Concurso Nacional "Los Animales en las Cultura Latinoamericanas", inaugurando la muestra con los trabajos recibidos.
Numerosos invitados especiales podrán visitar allí también la exposición de escuelas del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, cuyo eje temático fue "Cuentos de la Selva", de Horacio Quiroga. La apertura del evento será realizada por el grupo de danza del programa de inclusión de la Fundación Arte y Movimiento que preside Lola Brickman.
"La idea de la visita guiada es la de descubrir el fascinante mundo de la fauna silvestre de hábitos nocturnos, es decir, la cara oculta del zoo, cuando leones, elefantes, hipopótamos y lémures se van a dormir", informaron las fuentes del Zoo.
Además, en tres de sus edificios históricos y entre árboles centenarios, se hará una novedosa intervención audiovisual a cargo de Al Ver Verás.
El 30 de octubre de 1888, con la separación y traslado de la sección zoológica del Parque Tres de Febrero al nuevo emplazamiento, nació el Zoológico de Buenos Aires que hoy cuenta, en un predio de 18 hectáreas, con 89 especies de mamíferos, 49 de reptiles y 175 de aves. En realidad, el sueño de Domingo Faustino Sarmiento había comenzado a forjarse en 1875, cuando un primitivo zoo fue inaugurado sobre Libertador y Sarmiento como parte de los terrenos del parque, pero con eso no alcanzaba.
En 1883 Carlos Pellegrini le escribía desde Europa al intendente de Buenos Aires: "No hay aquí ninguna ciudad de mediana importancia que no tenga un zoológico, que es el punto favorito de reunión de multitudes"; cinco años más tarde, con su traslado al nuevo predio, el sueño fue cumplido.
Su primer director, Eduardo Holmberg (1888-1904) le dio carácter científico y construyó la mayor parte de los recintos de manera que respondieran a los estilos arquitectónicos propios del país de origen de los animales; sin embargo, como el criterio era el de un paseo, aquellos tenían poco espacio en sus jaulas y los humanos demasiado parque. Entre 1904 y 1914, otro director, Clemente Onelli, concretó el canje de animales con instituciones del resto del mundo, lo que, junto a la tarea de embellecimiento arquitectónico de Carlos Thais, marcó una época muy importante en la vida del zoológico.
Adolfo Holmberg, sobrino del anterior, decidió iniciar bajo su dirección entre 1924 y 1944 un sistema de supresión de jaulas y creó recintos limitados por fosas o zanjas, para que los animales tuvieran mayor libertad de movimientos y el público más seguridad.
Desde su inauguración a hoy millones de personas han cruzado sus grandes portones y cada uno de sus rincones guarda pedacitos de historia de personajes ilustres, como Charles Darwin, Homero Manzi, Juan Domingo Perón o Jorge Luis Borges.
En un trabajo titulado "El otro tigre", Borges recordó que antes de quedar ciego, "el animal que más me impresionaba era el tigre real de Bengala, su pelaje de oro". Y en su poema "El oro de los tigres", escrito cuando se acentuaba su ceguera, concluyó: "Y ahora sólo me quedan, la vaga luz, la inextricable sombra, y el oro del principio". Por su parte, Perón asistía frecuentemente a comer asados allí, ya que su hermano Mario fue director del zoo y residía en este predio.
En 1991, aquel zoológico de conceptos victorianos pasó a manos privadas y se transformó en uno moderno de reconocimiento internacional, pionero en investigación y educación, y en la exhibición de especies únicas, tanto exóticas como autóctonas.
Respetando su imponente conjunto artístico arquitectónico, se lo remodeló con un cambio sustancial de concepto: eliminar las rejas y convertir las jaulas en ambientes sustitutos. Todo este capital cultural, almacenado en 120 años, convirtió al Zoológico de Buenos Aires en emblema de identidad porteño y, desde 1997, en Monumento Histórico Nacional.