“Soy poliamorosa. Mi marido y yo creemos que se puede tener más que una relación romántica y duradera a la vez, con amor y honestidad entre todos. No queremos sexo casual, ni grupos, ni swinging”, explica Julieta. Ella se declara adepta a esta práctica basada en premisas que hoy podrían pensarse como casi existenciales: el amor, la fidelidad (con los compromisos establecidos), la honestidad y el respeto a cada uno de los integrantes. Se trata, en definitiva, de mantener una relación amorosa y duradera de manera simultánea con varias personas, con el absoluto conocimiento y consentimiento de todos los involucrados.
En Argentina, si bien no hay grupos militantes como en Estados Unidos, Gran Bretaña o España, muchas personas lo tomaron como modo de vida, frente a la lo que consideran la “hipocresía de la monogamia”.
“Siempre pensamos con Agustina, mi mujer, que no queríamos que cada uno sea la última experiencia del otro. Hace poco más de tres meses ella empezó una relación, yo no terminaba de entender cómo podía sentir cosas tan fuertes por los dos al mismo tiempo, aunque me aclaraba que los sentimientos para cada uno eran distintos”, cuenta Emilio, de San Telmo que tiene 30 años y se siente un “bicho raro” cuando se reconoce dentro de esta comunidad. Pero sigue con su relato: “Una vez que Agustina empezó a tener esta relación, quise conocer a la persona que estaba con ella, y él me quería conocer a mí. Así que nos juntamos y empezamos a intercambiar impresiones de lo que nos pasaba a cada uno. Hoy, no tengo dudas que esta nueva vida que encaramos nos unió muchísimo como pareja”, confiesa.
Aunque puede resultar extraño, para este movimiento un tercer, o cuarto, integrante cierra perfecto el circulo de las complicadas relaciones maritales. Incluso insisten en que es propio de la naturaleza humana amar a más de una persona, y advierten que la monogamia será con el tiempo una opción caduca, no acorde con la vida actual que exige formas de amar más “evolucionadas”.
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