El escenario cambia, los protagonistas son otros, pero el marco es el mismo. El crimen de Susana Leiva reúne todos los requisitos para incrementar el listado de víctimas por femicidio. Alberto Ponce –portero de Recoleta– fue imputado por homicidio calificado, pese a no estar casado con la mujer asesinada. Así lo estableció la reforma del Código Penal que impone prisión o reclusión perpetua al que “matare a la persona con quien mantiene o ha mantenido una relación de pareja, mediare o no convivencia”.
La empleada doméstica, de 38 años, y el presunto asesino mantuvieron una relación por tres años. Según contó su propia madre, su hijo era “extremadamente celoso”. Aunque no tenía antecedentes por violencia, la familia de Leiva no dudó cuando el cuerpo apareció en el pozo ciego de la casa de Temperley donde convivían. Sus hermanas, Angelina y Graciela, conocían el maltrato físico y psicológico al que la mujer era sometida.
Todo habría sucedido en presencia de los dos hijos de la empleada doméstica. El más grande, de nueve años, podría ser llamado a declarar en Cámara Gesell ante la posibilidad de que haya visto o escuchado algo esa noche.
“El chico empezó a contar algo a sus familiares. En un principio, no queríamos revictimizarlo, pero creemos que pudo haber escuchado o visto algo y por eso creemos que lo mejor es que lo vean los psicólogos especializados”, señaló el abogado.
Tras ser detenido, el jueves por la noche, el portero fue trasladado desde la Unidad 40 de Lomas de Zamora hacia el edificio de Tribunales, donde debía prestar declaración indagatoria. Se negó y, antes de las 13.30, dejó el recinto sin dar respuestas al fiscal Héctor Toneguzzo.
Llevaba la misma ropa con la que fue apresado, pero dejó atrás la pose de aparente indiferencia con la que enfrentó una cámara de televisión al denunciar la desaparición de su mujer días atrás. Esposado y cabizbajo, subió a un móvil de la Policía Bonaerense que lo llevó de vuelta a la prisión.
El abogado de la familia de la víctima, Jorge Monastersky, indicó que “el fiscal le dijo claramente al imputado que si no iba a contestar preguntas, le hiciera caso a su defensor y no dijera ni una sola palabra”.
Al mismo tiempo, el cuerpo de Susana Leiva era retirado de su casa de Alejandro Korn –donde la velaron– rumbo al cementerio de San Vicente.
El resultado de la autopsia reveló la saña con la que fue asesinada: fue estrangulada manualmente. Antes, recibió cuatro puntazos en el abdomen, golpes en el rostro y quemaduras de cigarrillo.
Monastersky, quien tuvo acceso a imágenes de la autopsia, contó que “fue brutalmente golpeada. Presentaba un edema muy grande en la cara y en un ojo”. Las marcas de compresión en el cuello “se veían claramente”.
Los médicos de la morgue judicial de Lomas de Zamora tuvieron en cuenta el lugar donde fue encontrado el cadáver de la víctima –a la intemperie– para estimar la data de muerte. Fue fijada entre la noche del jueves y la madrugada del viernes. Al declarar como testigo, Ponce dijo que ese día la había visto por última vez.
Este miércoles, perros adiestrados encontraron el cadáver en el pozo ciego de la casa de la pareja, ubicada en Blanco Encalada 245. Ponce fue apresado horas más tarde en el barrio de Constitución con una pequeña cantidad de cocaína y 4 mil pesos en su poder.
Al ser detenido, los investigadores repararon en los arañazos y marcas que el portero del edificio de Recoleta tenía en la cara y en las manos. Serían producto de un acto desesperado de la víctima. Leiva habría luchado por no morir.
Por estas horas, el encargado parece cercado por las pruebas en su contra. Pero podría haber más, ya que el lunes llegarían los resultados de otras evidencias recolectadas en la escena del crimen.
En tanto, el abogado de la familia no descarta la participación de más personas en el homicidio y adelantó que pedirá que declaren todos los que viven en el terreno donde fue hallado el cadáver. “Es imposible que nadie haya escuchado la pelea o algún pedido de auxilio”, dijo Monastersky. El abogado cree que alguien pudo haber ayudado al portero a ocultar el cuerpo sin vida.