No puedo dejar de pensar en los años de terapia que me llevaría esclarecer en mi mente el hecho de que mi mamá, después de una fiesta de sexo agotadora vaya uno a saber con quién, muera desnuda en mi cama, con un lazo de seda presionándole el cuello y sin llegar a guardar el envase de vaselina que había dejado sobre mi mesa de luz. Pienso como hija, como mujer, pienso en qué estará instalándose en el inconciente a la hija de Nora Dalmasso y me cuesta imaginar cómo actuará su género en el futuro.
El crimen de Nora en la escena antes descripta no sólo nos hace espiar detrás del escenario de la clase contries argentina, muestra algo mucho más sutil: el modelo terminado de una mujer despojada de su esencia.
Dalmasso representa a la mujer fuera de su eje. Y no por la cantidad de amantes –o porque los tuviera-, por la cantidad de cirugías o por el tipo de actividades que desarrollaba sino porque tuvo que llegar a todo eso para sentirse mujer. Me permito dudar de que lo haya logrado.
Su propio esposo –médico “reconocido” y de conducta “intachable”, según se juzgó a sí mismo- admitió sin mucha congoja que no se había dado cuenta de los problemas psicológicos que tenía su mujer. Creo que dijo una verdad inconmensurable. Mientras él como hombre procese que lo que ocurrió a su mujer, le es ajeno, seguirá alimentando el modelo de mujer sin esencia, y tallando la imagen de una desesperada por que no se note el inevitable paso del tiempo.
Nora Dalmasso no tomó pastillas, ni entró en un estado psicótico irreversible. Hizo lo que la hacía sentirse joven, bella y dueña de su vida cuando su marido no estaba: liberar su libido en el sexo, demostrándose en ese escenario vertiginoso que al menos con su cuerpo costosamente trabajado en el gym y el quirófano, podía alcanzar algún tipo de sensación. Y no estaba sola.
El grupo de las “congresistas” o de “amas de casa desesperadas” o de “sexo en la ciudad” o como quieran bautizarlas los genios creadores de las sitcom norteamericanas (un país con una femineidad casi inexistente) era el catalizador de toda una histeria femenina colectiva que comenzó a buscar placer imitando los rituales que se supone le dan libertad y placer al hombre. Porque salir de “putas” a reventar la noche estaba instalado en la sociedad como válvula de escape masculina.
Vuelvo a pensar qué me pasaría si mi mamá hubiera sido Nora Dalmasso. Creo que me preguntaría por qué no encontró una tercera opción a su vida, por qué estaba tan fuera de su naturaleza y por qué no habló de lo que le pasaba. Creo que buscaría analizar el contexto social –la televisión, la publicidad y los mandatos de los hacedores de la cultura moderna- por el cual llegó tan lejos y encontrar allí la respuesta. Ojalá la hija de Nora pueda encontrarla.