El crecimiento en el número de hombres que se someten a tratamientos de belleza tiene que ver con lo mismo que sienten las mujeres acerca de envejecer: el miedo de no ser atractivas, no ser competitivas y tiene que ver también con la gratificación personal que se busca a través del cuerpo moldeado, pulido, y transformado por la tecnología.
Pero además cabe agregar que el culto al cuerpo no sólo ha sido patrimonio de las mujeres a lo largo de la historia. En muchas sociedades del mundo los hombres también dedican tiempo y esfuerzo al embellecimiento o a la ornamentación personal. Pero lo que es notable es que en todas se enfatiza y sobrevalora lo joven.
Las características que presenta y representa la juventud, en el cuerpo, en la vestimenta, son consideradas como deseables en las sociedades. Ser joven implica tener energía, salud, belleza, éxito, posibilidades y estas imágenes están constantemente siendo emitidas en las publicidades, en los medios de comunicación, entre otros aparatos de reproducción cultural.
La juventud se transforma en mercancía que se puede comprar y vender, y además invoca un cambio constante. A esto se suma la presión en el ámbito laboral y de la competencia económica por ser joven para acceder a un trabajo, tener cierto tipo de “presencia” que representa esos aspectos positivos de ser joven, y muchos sienten que si se nota el proceso de envejecimiento, si no hacen algo al respecto dejan de ser deseables, competitivas, pierden acceso a ciertas posibilidades. Envejecer en vez de ser considerado un proceso natural de la vida, es considerado como algo que decae, que deja de ser atractivo, algo negativo.
*Doctora en Antropología Social por la UCLA.