Primero: cada uno debería poder hacer con su cuerpo lo que quiera. Segundo: es extraño que una sociedad convierta en héroe a alguien que lo que decidió hacer con su cuerpo es matarlo.
Suicidio viene del latín y significa matarse a sí mismo, es el asesinato de la propia vida. Por eso no es raro que la mayoría de las religiones lo consideren un pecado, y que las legislaciones de muchos países traten como delincuentes a quienes ayudan a un suicida, porque lo emparentan con la complicidad en un asesinato.
René Favaloro no solamente parecía ser una buena persona, sino que en verdad lo era, según aquellos que lo conocían. Y además era un gran cirujano cardiovascular reconocido a nivel mundial.
Pero Favaloro también fue un hombre que no pudo, no supo, resolver los conflictos que lo rodeaban. Al menos no pudo resolverlos de la forma en que intentan resolverlos todos: luchando en vida, gozando con esa vida y con la compañía de otros que luchan igual, sabiendo que la única forma que tenemos de solucionar un problema es enfrentarlo, no esquivarlo.
“Todo tiene solución, salvo la muerte”, dice el dicho, tan obvio como cierto. La investigación de NOTICIAS revela la humillación que soportaba de algunos colaboradores y familiares cercanos, y los inconvenientes económicos que acosaban a su querida Fundación. En ese entorno hoy se acusan mutuamente usando la figura de “quién lo ayudó a apretar el gatillos” y es verdad que Favaloro pudo haber vivido esas presiones como una mano asesina. Sin embargo, en este caso no hubo asesinos, por lo menos no otro que quien apretó realmente el gatillo.
De nuevo: cada uno tiene derecho a vivir y a morir como quiera y el dolor físico o psíquico puede alcanzar límites intolerables. El cuestionamiento no es hacia la decisión de un individuo, sino a quienes interpretan una huida como un acto de valentía. En una suerte de permanente regodeo nacional por la derrota, de exaltación épica por aquellos que fracasan intentando resolver conflictos.
Hace unos años se llegó a elegir a Favaloro entre los “próceres” del siglo XX. Es lo que el sociólogo Émile Durkheim definió como el “suicidio altruista”, aquel que aparece matándose por la sociedad o por una causa justa. No está claro si Favaloro tuvo esa intención, pero fue así como quiso entenderlo mucha gente.
Lo que transmite ese sentimiento es grave. Porque si se consideran héroes a los que resuelven los problemas matándose, cómo llamar a los que deciden vivir para enfrentarlos: ¿estúpidos?, ¿cobardes?
Favaloro fue un hombre que asumió para sí un derecho intimísimo y trágico. Muestra mucho de esta sociedad haberlo convertido en mártir. Y lo que muestra no es bueno.
* DIRECTOR DE NOTICIAS