Cuando nació su primer hijo, Julito, Ximena Liggerini y Pablo Comadira, ella licenciada en Administración, él abogado administrativo, empezaron a preguntarse por los derechos de las madres en su vuelta al trabajo post licencia. Porque a pesar de que ella contó con beneficios en la empresa donde trabaja, desde la posibilidad de tareas part time o desde su casa, creían que podía haber algo más. Y cuando nació su segunda hija, Sofia, se encontraron con que hace más de 40 años, un artículo de la Ley de Contrato de Trabajo obliga a las empresas a contar con guarderías a partir de una determinada cantidad de empleados, pero que el Estado nunca lo reglamentó, por lo que nunca entró en vigencia.
“En todo este tiempo hubo casos de mujeres que demandaron a las empresas, pero siempre se las rechazaron porque al no estar reglamentado el artículo no tiene vigencia práctica”, explica Comadira, quien llevó adelante la demanda contra el Estado para que finalmente se reglamente la ley, de la que participaron como actores su mujer; Juan Bautista Etcheverry, padre de Pedro, de dos años; y el Centro Latinoamericano de Derechos Humanos (CLADH).
La idea surgió cuando en 2015, Comadira y Etcheverry se pusieron al frente de una Clínica Jurídica en la Universidad Austral, donde junto a los alumnos trabajaron en el caso por considerarlo de interés público. Pero a diferencia de las otras demandas, cambiaron la estrategia: en vez de ir al fuero laboral e ir contra las empresas, presentaron un amparo contra el Poder Ejecutivo, en el fuero contencioso administrativo por “inconstitucionalidad por omisión”.
Tras un rechazo en primera instancia, lograron que la Justicia hiciera lugar al amparo y condenara al Ejecutivo a reglamentar la ley, que ahora tiene un plazo de noventa días para apelar la medida o implementarla. Si esto sucede, cualquier madre, padre o tutor legal de un menor que trabaje en una empresa de cierta cantidad de empleados (a determinar en la reglamentación), podría empezar a contar con este beneficio.
“La importancia de mi caso estaba en que la ley habla de trabajadoras en vez de trabajadores, que consideramos es mejor, porque si no, un hombre viudo o solo no podría acceder al beneficio, y las mujeres podrían sufrir una discriminación”, explica Etcheverry, padre de cuatro hijos. Con los tres primeros, su mujer contó con una guardería en el trabajo, lo cual, dice, “fue un valor agregado inmenso”.
Beneficios. Y si bien cada vez más empresas empiezan a dar más beneficios (ver aparte), todos coinciden en que tener una guardería en la oficina es importante. Para Liggerini, van desde “aliviar el estrés de reinserción laboral a la madre”, hasta una mejora en el rendimiento: “si tenés a tu hijo con vos, vas a faltar menos, te vas a distraer menos. Contar con beneficios te da mayor sentido de pertenencia”, dice.
“Hace cuarenta años era más común que la madre se quedara en la casa y el padre saliera a trabajar. Hoy eso ya no se ve; las mujeres se realizan profesionalmente, y ante una mayor presión económica pocos se dan el lujo de que uno solo trabaje”, aporta Lucas Gómez, del CLADH. “Sobre todo en contextos de pobreza, las mujeres se hacen más cargo de las tareas familiares que los hombres”, agrega. En el libro Economía feminista, la economista Mercedes D´Alessandro hace foco en este punto: mientras en la década del 60, 2 de cada 10 mujeres trabajaban fuera del hogar, hoy son 7 de cada 10. Mientras que 9 de cada 10 se hacen cargo de las tareas domésticas, trabajen dentro o fuera del hogar. n