“La situación en Siria está complicada porque están inmersos en un enfrentamiento donde todos pagan las consecuencias”, dice Yaoudat Brahim, ex presidente del Club Sirio Libanés argentino. Allí viven tíos, tías y primos con sus hijos, en distintas puntos de país asiático, pero sobre todo en Homs.
A pesar de la distancia, Yaoudat está cerca de los suyos. Habla por teléfono con sus familiares con mucha frecuencia. La última comunicación con ellos fue la semana pasada.
Hace dos semanas, el hijo de uno de sus primos, de 24 años, quedó en medio de una emboscada mientras iba con varios amigos a una confitería, y sólo recibió un disparo en la mano porque logró esconderse abajo del auto. Salvó su vida, pero algunos de sus amigos no. Estuvo internado aunque ahora ya está en la casa.
En la década de 1980 Brahim viajó junto a su familia a Bahour, para que conociera el pueblo donde él nació, a 47 kilómetros de Homs. Después viajó en cuatro ocasiones más. “Mis padres vinieron cuando yo tenía un año, escapando de todos estos conflictos en aquella época, post Segunda Guerra Mundial, buscando un poco de paz y tranquilidad”, finaliza. Acá tenían parientes, con trabajo en fábricas, donde se sumaron primero su padre y luego él y sus hermanos.
“Están todos con miedo. Salen a comprar sus alimentos acompañados, les está costando vivir. Cortan la luz, algunos tienen la casa tomada”, agrega Yaoudat, miembro activo de la comunidad siria en Argentina.
Otro de sus primos tiene la casa tomada en Homs, y no puede volver. Vive, mientras tanto, en casa de uno de sus hermanos, en los pueblos cercanos a la ciudad. Pese a esta situación, nadie de su familia se quiere ir. “Están esperando que se recupere su país, que nadie los bombardee desde afuera. Creen que los problemas de ellos los pueden resolver entre ellos. No hay necesidad de terminar en esta masacre, tanto de un lado como del otro”, agrega. Por teléfono le dicen que están bien, pero con miedo. Muchos no salen de sus casas por temor, justamente, a que se las ocupen.