¿Se come por impulso o se come por reflexión? Si la alimentación hace a nuestro crecimiento y nutrición, la cultura se encarga de quitarle el sesgo instintivo que podría tener para las especies biológicas, dictaminando sobre ese acto de supervivencia una vivencia amorosa.
Nuestra alimentación está ligada al placer de quien nos brinda la oferta alimentaria. Se aprende a comer en cultura. Un bebé nace con reflejo de deglución pero construye con su madre desde la lactancia el reflejo de succión. Llamamos comensalidad a todo aquello que rodea el acto de alimentarse en sociedad. Gusto, apariencia, utensilios, aromas hacen al ritual del encuentro entre personas dispuestas a compartir una comida. He aquí que la alimentación es generadora de lazo afectivo. Desde la perspectiva psicoanalítica sería el primer acto de apropiación del mundo externo y se va constituyendo de acuerdo con la maduración bio-psico-social. El alimento emocional, tan ligado inicialmente a una función nutricia, será también el lugar débil en los momentos de desamparo. Las golosinas remiten a la infancia y pueden ayudar en un momento de desesperación a algunas personas que han quedado ligadas a esos momentos de mayor amparo.
No podemos salir de esta dependencia afectiva respecto del acto de alimentarnos. Será para algunos un lugar seguro, para otros significará rechazar el mundo. Nuestra historia infantil nos dictará los caminos.
*Psiquiatra y psicoanalista.