En el partido de Lomas de Zamora, a orillas del Riachuelo, justo en el límite con Capital Federal, funciona La Salada, la feria ilegal más grande de América Latina. En un predio de 20 hectáreas, con una superficie comparable al barrio de Once, se distribuyen cerca de 8000 puestos que venden ropa y zapatillas imitación de las grandes marcas, discos y películas, ropa interior, equipos de electrónica, mezclados con choripanes y chipá.
Funciona los lunes y jueves desde la madrugada hasta las 10 de la mañana. Se calcula que recibe 150.000 visitantes por día, la gran mayoría de ellos mayoristas y dueños de locales en distintos puntos del país. En su estacionamiento al aire libre descansan micros que traen gente de todas las provincias, que viajan para buscar mercadería en esta “Ciudad del Este” del conurbano bonaerense. Pero también se acerca gente de clase media, que se resiste a dejar la ropa de marca pero elige las imitaciones de la feria, a un precio mucho más accesible. La imitación de una camisa o un jean, de la que cuesta encontrar diferencias con el original, cuesta seis veces menos que en un shopping.
Las cifras indican que el 50% de la ropa que se comercializa en el país se vende en negro, y gran parte sale de La Salada. La feria obtiene ganancias de entre 1.5 y 2 millones de pesos por año y emplea a 6.000 vendedores y a unos 8.000 talleres textiles ilegales que trabajan día y noche para dotarlos de mercadería. Para los referentes de las cámaras de comerciantes de la ciudad de Buenos Aires, La Salada es el “demonio” a combatir, ya que es la gran proveedora de los puestos instalados en las calles porteñas.