Yael se levanta temprano para ir a la colonia. Se viste, prepara su mochila y sube dos pisos hasta el SUM del edificio. Allí la esperan una maestra jardinera y cuatro compañeritos de clase, todos ellos vecinos de la cuadra. Como hicieron sus papás, cada vez más gente opta por contratar “colonias rodantes” para entretener a sus hijos, y a los de los vecinos, sin que tengan que salir de la casa.
El verano suele ser un desafío para los padres: la escuela se toma vacaciones, pero el trabajo sigue y los chicos no pueden quedarse solos. Las colonias tradicionales requieren traslados y tienen horarios rígidos, mientras que las niñeras son caras y no permiten sociabilizar. Para muchos, las opciones a domicilio son una opción intermedia y accesible.
La propuesta es simple: se juntan varios padres que viven cerca, con hijos de edades similares, y se turnan para recibir en su casa a las maestras. Algunas empresas que ofrecen el servicio incluso ponen en contacto a papás del mismo barrio. Lo ideal es que el edificio cuente con un salón, un patio grande o una pileta, pero no es indispensable: con correr las muebles del living es suficiente para empezar a jugar.
Atención personalizada. Los grupos pueden ser de entre tres y seis chicos. Las edades suelen ir de los 6 meses a los 3 años, aunque también hay propuestas pensadas para los más grandes. Para cada edad, las actividades son diferentes.
“Tratamos de escuchar mucho sobre todo a los preadolescentes que no quieren saber nada con la palabra ‘colonia’, por eso organizamos entrenamientos de skate, roller, natación y fútbol, además de taller de cocina”, cuenta Silvia Tallarico, directora de Mis Sueños, una empresa que también ofrece jardines rodantes y colonias de invierno. “No sólo debemos adaptarnos a las necesidades de los chicos, sino también a las de los padres”, señala.
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