SOCIEDAD
Revista Noticias

La obsesión de los políticos por Gran Cuñado

Quiénes ganan y quiénes pierden con las imitaciones. Las ausencias. El verdadero poder de Tinelli. Galería de fotos con todos los personajes. Galería de fotos

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| Cedoc

En veinte años, Marcelo Tinelli demostró tener mejor capacidad de adaptación política que ningún funcionario o candidato en campaña. A medio camino entre el oportunismo y la empatía con la calle, se dejó agitar en la dirección en que soplaran los vientos. Con su fórmula elástica consiguió que el país se ría, lo siga (más de 30 puntos de rating significa tener la atención de 6.000.000 de personas, equivale al doble de la población de la Ciudad de Buenos Aires) y que además le crea: en la encuesta anual de Noticias para detectar a los personajes más influyentes del país, Tinelli se mantiene en los últimos años en el tercer puesto, detrás del matrimonio K.

 

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¿Cómo hace? Su contenido humorístico asumió cada vez la forma del envase de la época. Un nada sutil coqueteo con el poder que, como la eficacia de cualquier “gag” usado a repetición, tiene fecha de vencimiento.

 

En el ’95, no pocos encuestadores creyeron encontrar en la entrevista que Tinelli le hizo a modo de cierre de campaña al entonces presidente Carlos Menem, una buena ayudita para su triunfo reelectoral en primera vuelta. El ex presidente Fernando De la Rúa sigue convencido de que el tiro de gracia a su aporreada gestión se lo dio aquel desorientado aquel otro yo que nació junto a su decadencia en la primera versión de “Gran Cuñado”. Y-casual o casual- a días de ganar Gran Cuñado 2005, Mauricio Macri –a quien el conductor llama desde entonces líder de la oposición- conquistó una banca como diputado.

 

Así las cosas, a este retorno de Gran Cuñado, autopromocionado como la vuelta del humor político a la pantalla (que en realidad es un regreso más revelador: el de la política misma a la masividad televisiva) no parece caberle la coartada inocente del mero entretenimiento familiar. ¿La primera irreverencia de Tinelli al kirchnerismo? ¿Un anticipado fin de época? ¿O una mascarada que al fin de cuentas induzca a creer que entre un “tibio operante”, una “loca mística” y unos “ricachones demagógicos” es mejor quedarse con el mal conocido?

 

La nota completa, en la ultima edición de la Revista Noticias .