Es uno de los puntos de la ciudad de Buenos Aires preferidos por los visitantes extranjeros. Les atrae su arte, plasmado en esculturas, y sus historia. Algunas de ellas, curiosas y extrañas, otras misteriosas y muchas románticas, sus historias y leyendas convierten al Cementerio de Recoleta en un destino fascinante para quienes gusten del turismo cultural, y en uno de los tres cementerios más importantes del mundo, junto al Pére Lachaise, de París, y al Staglieno, de Génova.
Este cementerio fue fundado en 1822, en el antiguo huerto de los monjes recoletos, por un decreto de Bernardino Rivadavia, por entonces ministro de Gobierno del gobernador Martín Rodríguez, quedando convertido en el primer cementerio público de Buenos Aires. Hoy, por su laberíntico entramado de callecitas y avenidas arboladas pasean cientos de turistas por semana –en general extranjeros– encantados con esta joya artística en plena Sudamérica. Lo que más llama su atención son los féretros expuestos en el interior de las bóvedas, que en la mayoría de los otros países no suelen verse, y -los que cuentan con un ojo más frágil por lo artístico- las esculturas que adornan los mausoleos.