Rusia siempre tuvo aspiraciones a ser una potencia, a tomar un papel preponderante en la escena internacional. No de imperialismo, pero sí de potencia. Eso significa como corolario que en su jurisdicción se apoyen en la razón de Estado, y que todo lo que signifique otras razones, como las que tiene Greenpeace, sean secundarias a lo que los rusos consideran sus intereses estatales. Las condiciones de detención allí son duras, pero los detenidos de Greenpeace deben estar siendo mejor tratados que los presos rusos, ya que eventualmente ellos saldrán y podrán contar lo que vivieron allí. Está claro que los cargos de piratería sobre los activistas no tienen ninguna base, lo cual demuestra hasta qué punto Rusia se considera fuerte, y se permite hacer acusaciones que no resultan creíbles. Cabe recordar que Rusia fue el factor que paralizó la invasión a Siria. Por otro lado, no es atípico que les denieguen la libertad condicional, y los mantengan incomunicados, ya que forma parte de la legislación rusa. El objetivo es decirle a todas las ONG del mundo que nadie tiene derecho a jugar en su escena. La presión internacional tiene efecto si la diplomacia es cerrada y silenciosa. Si es pública y ruidosa es contraproducente, porque puede empujar a acciones más duras. Entonces, si queremos mejorar la situación de los activistas de Greenpeace, debe ser una diplomacia silenciosa. Creo que en ese sentido Argentina está bien ubicada, por sus relaciones privilegiadas, para hacer uso de sus canales diplomáticos.
*Director del Centro de Estudios sobre los mundos eslavos y chinos de la Unsam. Vivió seis años en Moscú.
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